Discurso del Ministro de Relaciones Exteriores, José A. García Belaunde, durante la ceremonia de Clausura del Año Lectivo de la Academia Diplomática
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Oficina de Prensa y Difusión
Lima, 18 de diciembre de 2009
Señor Viceministro de Relaciones Exteriores,
Señor Secretario General de Relaciones Exteriores,
Señores ex Cancilleres, José de la Puente, Luis Marchán, Diego García Sayán, nuestro flamante Presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
Señores Embajadores, colegas, amigos todos, alumnos que hoy egresan de la Academia Diplomática.
No sospeché cuando fijé la fecha de esta ceremonia y de la que tuvimos el día de ayer, que de alguna manera estaba haciendo, en dos días, un homenaje a la institución por su pasado y futuro.
El día de ayer tuvimos la presentación de un libro que es una joya de la bibliografía diplomática: el epistolario entre el Presidente Manuel Prado y su Embajador ante las Naciones Unidas, Víctor Andrés Belaunde. Y ese epistolario entre un Jefe de Estado y su Embajador testimoniaba una relación institucional por excelencia para el manejo de gestiones diplomáticas del país en un momento determinado.
Y si publicar esa obra es rescatar una tradición, un testimonio de parte de la historia diplomática del Perú, hoy día estamos aquí testimoniando nuestra apuesta por el futuro institucional de la carrera, pues formamos parte de la institucionalidad de este país. Y lo somos desde el inicio de la República, mucho antes de que existiera la carrera diplomática como tal, en el sentido de contar con una Academia Diplomática. Lo formamos desde que hombres tan notables como Corpancho en el siglo XIX - a cuyo ejemplo se han acogido ustedes - hicieron de esta carrera una vocación para la cual hay que entregar talento, dedicación, esfuerzo, y que al mismo tiempo nos ofrece grandes reconocimientos.
Rescatar 150 años después la figura de Corpancho es rescatar una de las mejores tradiciones de la diplomacia peruana, su apuesta por la integración. Corpacho es una de las figuras más emblemáticas del esfuerzo por hacer prevalecer los grandes principios sobre intereses turbios, aquello que se denominó el imperio carnavalesco de Napoleón III, al que Marx llamó “el pequeño Napoleón”. Corpancho es una figura que está íntimamente comprometida con un Perú que aspira a la integración - desde un primer momento, con la Carta del Solitario de Sayán convocando al Congreso Anfictiónico de Panamá pasando por los Congresos de Lima – que según decía el doctor Alberto Ulloa, había sido la manera del Perú de devolver a América lo que había hecho por nuestra independencia. Corpancho es símbolo de esa propuesta de integración que siempre ha alentado el Perú y que esta Cancillería ha hecho eje de su acción en el siglo XIX, en el siglo XX, y lo será en el siglo XXI.
Y si bien los contenidos cambian y las prioridades pueden ser otras, sin embargo es evidente que hay unas líneas matrices que permanecen en el tiempo.
Decía yo hace poco que deberíamos asumir que la integración tiene unos nuevos contenidos hoy. Que pretender hacer integración como lo imaginamos en los 50 o en los 60, es un absurdo. Pero no hacer integración es mucho peor. El costo de no hacer integración en nuestros países es más grave. Probablemente no podremos ir más allá de lo que ya hemos ido en la integración de nuestros mercados comerciales. Pero, si como es evidente tenemos carencias muy grandes en materia de interconectividad e infraestructura, por ejemplo, sí que tenemos un amplio campo de integración y una urgencia. Y esa es una apuesta que queremos hacer, a pesar de nuestras discrepancias. Tenemos que saber manejar nuestras diferencias, esas visiones distintas de lo que debe ser el desarrollo, y priorizar aquello que nos une, que es mucho más de lo que nos puede dividir. Esa es la tarea que tenemos por delante en la línea de esa gran obra que gente como Corpancho representó.
Y digo que son nuevos los contenidos porque es el nuevo mundo, un mundo tan distante y distinto del que fue hace 20 ó 30 años. Se dice que todo cambió con el Muro de Berlín, y si decimos eso es decir que todo cambió en 20 años apenas. Probablemente el Muro de Berlín refleja cambios previos como la emergencia de fuertes corrientes liberales representadas por Reagan y Thatcher, la presencia de una figura tan emblemática como Juan Pablo II que sirvió para confirmar y proyectar una nueva realidad muy distinta. Nuevas realidades que requieren de nuevos diplomáticos, que sepan entender el cambio y cuáles son los instrumentos que necesitamos y qué se nos ofrece como nuevo. Si uno recordase cómo eran las comunicaciones antes, apenas hace 30 ó 40 años y lo que son ahora, el abismo parece mucho mayor; como decía un distinguido integracionista chileno, don Salvador Lluch: “lo que ocurre es que mucha historia cabe en muy poco tiempo”.
A los jóvenes de hoy hay que recordarles eso. Hay un cambio permanente, el mundo que reciben es distinto al que recibimos nosotros, y probablemente los cambios son tan acelerados que ustedes, a mitad de camino, antes que hayan llegado a la culminación de su carrera, van a experimentar nuevos cambios y probablemente las herramientas que hoy manejan con eficiencia no sean de utilidad. Y para eso hay que estar preparado, para entender qué es lo que tenemos al frente y qué es lo que debemos hacer.
Pero, hay una otra realidad además, sobre la que quisiera insistir. Se trata de los peruanos en el exterior. Una población de por lo menos 2 millones de peruanos en el exterior implica una responsabilidad del Estado frente a ellos, porque no se trata de peruanos emigrados y sin relación alguna con este país. De alguna manera son nuestra presencia afuera, que se hace sentir y que obviamente nosotros sentimos en el Perú por su dinamismo, por su capacidad de crear, y por su capacidad de generar riqueza.
Un diplomático entonces tiene que buscar en esa realidad un espacio de trabajo y una fuente de dedicación e inspiración para sus tareas. Borremos, pues, esa imagen de diplomático un tanto distante, un tanto concentrado en intrincados problemas internacionales. Tengamos una imagen del funcionario dedicado a la modernidad y dedicado también a la inquietud de los ciudadanos.
Por ello es que creo que debiera hacer una recomendación. No debemos olvidar que somos funcionarios públicos y cuando decimos somos funcionarios públicos decimos que somos servidores públicos. Y teniendo esa responsabilidad en el exterior frente a esas inmensas comunidades que tenemos, debemos ser muy conscientes de ello y debemos ser muy sensibles.
Hemos concluido un año importante. Hemos concluido un año no sin avatares, pero donde hemos obtenido logros que son la de mayor significación. En primer lugar, la profundización de la integración con el Ecuador y la profundización de la integración con el Brasil. Creo que son signos de la mayor importancia para la política exterior del Perú y para el desarrollo del Perú. Con el Ecuador porque estamos transformando la frontera norte. Con Brasil porque tenemos proyectos que abarcan no solamente el espacio fronterizo de integración sino ambos países en su totalidad. Creo que es una señal además muy poderosa de lo que somos capaces de hacer en términos vecinales y queremos seguir por ese camino.
En segundo lugar, ha sido el año de la propuesta peruana que el Presidente García hizo a los Jefes de Estado de UNASUR, para iniciar un proceso para el desarme, para lograr la paz y la seguridad a través de mecanismos propios sudamericanos como una fuerza de interdicción o de paz.
Ha sido también el año en que hemos concluido la negociación comercial con China, y estamos a punto de conseguir cerrar la negociación comercial con la Unión Europea. Nosotros quisiéramos dejar este Gobierno el año 2011 con nuestro comercio cubierto en un 80% con Acuerdos comerciales.
Y es el año donde el Perú, a través de su reciente visita presidencial a Corea y Japón, reafirmó su proyección al Asia, su proyección al Pacífico - el mare nostrum del Perú – y dimos inicio a las negociaciones con esos dos países.
Es el año finalmente en que el Presidente hizo una visita al Santo Padre, y confirmó los valores compartidos en defensa de los derechos humanos y de la vida, de la democracia, y de la paz. No ha sido un año exento de gratificaciones para el país y miramos los próximos años, y los años por delante que tienen ustedes, como una ruta en ascenso para el desarrollo, para la afirmación de la paz, para la afirmación de la seguridad, para la afirmación de la buena vecindad.
Los felicito a ustedes señores aspirantes, Terceros Secretarios juramentados. Les deseo la mayor de las suertes. Les pido la mayor dedicación. Si en esta carrera hay motivo de estar orgulloso es porque hombres que fueron jóvenes como ustedes en su momento, abrazaron esta profesión con dedicación, con ilusión, con mística, y entregaron lo mejor de sus vidas. Ese es un ejemplo que todos ustedes debe seguir.
Muchas gracias.
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