Alejandro Deustua

27 de abr de 2018

Acuerdos y Desacuerdos con Serio Riesgo de Inseguridad Estratégica Mayor

La primera visita de un dictador de Corea del Norte a su vecino del Sur inicia otro episodio en la larga saga de apaciguamiento de ese Estado totalitario. Un bouquet de expectativas florales lo acompaña: el camino a la desnuclearización de la península, eventualmente la aproximación a un tratado de paz coreano (que supla el armisticio vigente) y hasta quizás el bucólico desprendimiento de Kim Jong Un de su consolidado arsenal nuclear en aras de su redescubierta consideración por la estabilidad mundial.

De manera simultánea, en el Medio Oriente, más allá del incremento actual de compra de armas en la zona, una confrontación mayor estaría a punto de iniciarse si el presidente de Estados Unidos hace efectiva, el 12 de mayo, su amenaza de tomar acciones que terminen en la denuncia unilateral del tratado de limitación nuclear suscrito plurilateralmente (Francia, Reino Unido, Alemania, Rusia y China) con Irán a mediados del 2015.

El complemento de una nueva “ventanas de oportunidad” (en el primer caso) con la eventualidad bélica (en el segundo) no implica necesariamente mayor estabilidad en el noreste de Asia ni la inminencia de una catástrofe nuclear en el Medio Oriente. La ausencia de fundamentos tangibles de pacificación en la península coreana y su entorno y la incertidumbre que genera la predisposición de incumplimiento de regímenes de seguridad en el Medio Oriente sí puede, en cambio, llevar a una fuerte inestabilidad sistémica.

A pesar del recurso olímpico con que se inició la reaproximación coreana, el despliegue diplomático de atractivas e influyentes emisarias a Corea del Sur, la exuberancia del súbito cambio de postura estratégica del dictador norcoreano (que supera todos los niveles de sus extravagancias) y la inicial aceptación norteamericana de jugar con la rama de olivo transpacífica que llegó de súbito a la Casa Blanca, los antecedentes dicen que ésta es una negociación con fuertes probabilidades de fracaso.

O ¿es que acaso la irracionalidad norcoreana ha llegado al punto de hundir en el mar del Japón el poder adquirido a lo largo de medio siglo de clandestino esfuerzo proliferador? O ¿acaso será que Corea del Norte ha decidido de la noche a la mañana que el desarrollo económico será mejor apuesta que la coacción militar interna y externa para mantenerse en el poder? O ¿que su reconocimiento internacional como Estado normal a partir de su status nuclear supera el poder de influir coercitivamente al más alto nivel?.

¿será que el sentimiento de fraternidad coreana ha generado en Kim un sentimiento de culpa equivalente a la insustentabilidad de su capacidad militar y que, en consecuencia, es mejor aligerar una historia inmediata hostilidad en gran escala? 0 ¿quizás el tutor chino ha decidido que es hora de llamar públicamente al orden a su pupilo ad portas de una guerra comercial con Estados Unidos?

Estas interrogantes son menos irónicas de lo que parecen porque tienen el poder esclarecedor de los antecedentes.

Y estos se resumen en una dinámica cíclica emprendida por Corea del Norte desde la década de los 80. Su persistente búsqueda de la capacidad nuclear fue periódicamente suspendida por negociaciones esperanzadoras y plurilaterales luego de cumplida alguna etapa de investigación y desarrollo de capacidades o de efectivas sanciones económicas impuesta por el Consejo de Seguridad.

Luego de que los acuerdos del caso fracasaran (el más notorio fue el de 1994 en el que, a cambio del desarme nuclear norcoreano, Estados Unidos se comprometió a ayudar a ese Estado en el desarrollo de generadores nuclearse “no bélicos”) o de que sustanciosas negociaciones se frustraran (las “conversaciones de los 6” que se iniciaron en el 2005) Corea del Norte retomó su natural predisposición beligerante hasta alcanzar el arma de destrucción masiva que hoy posee además de los misiles para hacerla llegar a su destino.

El hoy Secretario de Estado y ex –jefe de la CIA Mike Pompeo, seguramente con muchas dudas, ha desbrozado el camino para reducir la incertidumbre de este nuevo intento de aproximación con Corea del Norte.

Pero la maleza es densa. Tanto que hoy podemos estar frente a una nueva etapa del círculo vicioso y maligno referido. Peor aún si las potencias asiáticas incrementan su rechazo a la presencia militar norteamericana, que aún permite un cierto equilibrio en el noreste asiático, y si China promueve o apoya la neutralización de ese precario balance de poder para consolidar su zona de influencia.

En el caso iraní hay menos fantasía diplomática pero no menos peligro si Estados Unidos denuncia el tratado del 2015. En ese escenario, los europeos tendrán menor poder de afianzamiento en la zona que Rusia y China. La eficacia de la creciente capacidad expansiva rusa en el área no ha disminuido desde que inició ese camino en el 2014 cuando se apoderó, en su vecindario, de Crimea.

Un Medio Oriente cuya dimensión nuclear tenderá a proliferar sin un régimen que controle a su principal proliferador (Irán) hará de su actual desorden, en el que abundan Estados fallidos, un juego de niños sin mayores posibilidades de un retorno a un cierto equilibrio. Ello incrementará el acceso de grandes potencias que vuelven a él (Rusia, por ejemplo) sin que potencias europeas (o la UE) tengan el poder compensatorio suficiente sin un respaldo norteamericano convincente.

El presidente de Francia acaba de proponer a los Estados Unidos en Washington el desarrollo de un acuerdo complementario que incremente las restricciones nucleares a Irán que no implique la denuncia del único régimen existente. Esa propuesta tiene mucho sentido y no pude estar sometida al plazo perentorio del 12 de mayo que el presidente Trump blande sobre las cabezas de los involucrados.

A diferencia de las negociaciones coreanas, la propuesta francesa sobre Irán tiene posibilidades ciertas de realización. Pero si se impone la voluntad unilateral del Ejecutivo norteamericano pronto podremos estar todos padeciendo el efecto multiplicador de una inestabilidad estratégica sistémica agravada.

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