Alejandro Deustua

27 de oct de 2015

Argentina: Opciones Claras

El voto escondido, que es muestra extraordinaria de descontento y desconfianza, acaba de ofrecer a la oposición argentina una firme esperanza de llegar al gobierno. Que ésta se concrete en la segunda vuelta de noviembre no es hoy predecible.

En efecto, la gran arremetida de la oposición liberal que ha arrancado a la Provincia de Buenos Aires del control peronista y que ha instalado en el señor Macri la capacidad de obtener la presidencia debe aún someterse a pactos y coaliciones de conveniencia y a las realidades del balance de poder.

En una sociedad faccionalista, esos entendimientos quizás estén más cerca de la conspiración que de la transparencia. Y en tanto el fiel de la balanza lo ostenta un líder peronista, es difícil anticipar que éste (el señor Massa) opte por el total abandono de su origen político para sumarse al Sr. Macri. Sin embargo, un resto de ciudadanos decepcionados del oficialismo puede aún jugar un rol.

Así, un triunfo del señor Macri dependerá de cuán eficientemente explote él las oportunidades que ofrecen los bandos peronistas y de la intensa frustración ciudadana con la gestión de la Sra. Kirchner. Esto último será más difícil de concretar si 40% de la ciudadanía recibe, directa o indirectamente, algún tipo de beneficio económico que no proviene del mercado (TE).

En cambio, al señor Scioli le bastará bloquear la fuga de militantes con ofertas mixtas de continuidad estatista y tibia opción por disciplina económica además de convencer al señor Massa de que él no es controlable por la señora Kirchner a pesar de que ésta le haya armado la lista.

Sería sorprendente que estos procesos ocurran sin agregar más polarización a la ya existente en Argentina. A pesar de que un escenario de análisis define la divergencia de ofertas electorales como de grado (en lo económico, una compartida tendencia correctiva) aunque de muy diversa intensidad, ese pragmatismo no podrá eludir el juego ideológico. En él la sombra descamisada de Perón actualizará la contienda entre liberalismo y estatismo a pesar de las demandas de equidad y orden económico.

El señor Scioli podrá invocar los éxitos de Néstor Kirchner que rescató al país de la anarquía a partir del 2003 cuando se decidió el pago unilateral de la deuda (la “quita” de 70%), se bloqueó la fuga de capitales, se redujo el desempleo (de 20% a 8%) y la economía creció a tasas que bordearon el 9% por altos precios de exportación.

En cambio la inflación real que deja la Presidenta Kirchner (entre 25% y 30%) que contrasta con los avisos de medición transparente, el alto déficit fiscal (-8%), el control cambiario (que afecta las exportaciones) y un marco de control institucional, inseguridad ciudadana y conflicto con la prensa son pasivos cuya corrección forman el activo que el señor Macri podrá explotar conteniendo su disposición al diálogo.

Sin embargo, en un escenario contractivo (el PBI caerá de 0.4% este año a -0.7% el próximo) agravado por la recesión brasileña, Argentina debiera clamar por estabilidad. Bien harían los candidatos en procurarla. Si miran el largo plazo, quizás no sea demasiado pedir.

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