Alejandro Deustua

4 de abr de 2010

Armamentos y Comercio y en América Latina

América Latina atraviesa un proceso de alteración del equilibrio del poder militar que interactúa con una fuerte erosión del comercio regional. La preocupante combinación de estas fuerzas podrá ser controlada siempre que sus variables sean bien identificadas y su debate se organice en función de los intereses en juego antes que en su dimensión ideológica.

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Para ello es necesario recordar que la región no se encuentra en una carrera armamentista sino en un proceso de desigual adquisición de armas convencionales. Según el SIPRI, las “Américas” (término que incluye a Estados Unidos), han adquirido 11% del total de esas armas en el 2005 y 2009. Si se descuenta de ello el 3% que ha importado el principal exportador, ese total (8%) es apenas superior al del África (7%) y notablemente inferior al 41% de Asia.

Si se considera además que las compras se han concentrado en Brasil, Chile y Venezuela (y, probablemente, Colombia), lo que emerge es la construcción de una nueva polaridad en el área pero difícilmente una generalizada carrera armamentista. Aquélla se caracteriza por la decisión de las potencias mencionadas de incrementar su influencia y status y la incapacidad de las demás de procurar un balance adecuado y hasta de cubrir sus necesidades básicas de defensa.

El fuerte desequilibrio generado por el exceso comprador de unos y el defecto de otros incrementa la fricción en la región. Ésta se refleja en la desigual capacidad de proyectar poder y de interactuar con terceros. E incide también en la inadecuada solución de rivalidades históricas al tiempo que complica la tarea de Estados que, con menores recursos, deben afrontar amenazas no convencionales como el narcoterrorismo.

Por lo demás, el fuerte desequilibrio estratégico difícilmente facilitará la cooperación cuando éste interactúa con la gran caída del comercio intra-regional ocurrida el año pasado. La gravedad de ese deterioro no puede desmerecerse si se considera que las exportaciones e importaciones entre los miembros de ALADI cayeron -26.5% y -27.1%, respectivamente, en el 2009 según esa entidad. Esto es más del doble de lo que cayó el comercio mundial ese año (-12% según la OMC).

Tal pérdida de interdependencia tiene el potencial de generar más fricciones si el comercio no se recupera rápidamente en el área. Especialmente si el consecuente incremento de la vulnerabilidad regional se expresa en un mayor retroceso del comercio intra-regional que el extra-regional (que también fue grave).

Si esta situación se muestra en el hecho de que de 130 flujos, 104 fueron afectados por la crisis (situación que evidencia la ridiculez del supuesto “blindaje” de nuestras economías), la necesidad de recuperar esos flujos no puede quedar amenazada por el cuestionamiento al libre comercio que, traducido en obstrucción política, plantean algunos Estados. Los Estados liberales del área están obligados a reaccionar.
 

 
El Perú ha sugerido que durante la XL Asamblea General de la OEA a realizarse en Lima se discuta sobre paz, seguridad y cooperación teniendo como eje la preocupación armamentista. Ahora parece necesario ampliar esa discusión a su más real y compleja dimensión.

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