Alejandro Deustua

23 de abr de 2012

¿Estabilización del Gasto Militar o Nueva Distribución de Capacidades?

Si el gasto militar global se ha estabilizado como lo señala el SIPRI (1) ello es sólo un indicador de la dimensión de la crisis económica y de su impacto en los presupuestos nacionales de las potencias más afectadas antes que una súbita conversión colectiva al pacifismo.

En el 2011 ese gasto total estabilizado ha sido estimado por la entidad sueca en US$ 1.74 millones de millones (apenas 0.3% más que en el 2010) interrumpiendo el ciclo de incrementos de 4.5% anuales en la década pasada (2001-2009).

Tal estabilización, sin embargo, no es homogénea (en realidad se trata de la suma aritmética de unidades que pesan diferente y en la que pesa más el gasto de las grandes potencias occidentales que han recortado sus déficits fuertemente), no es correlativa con la tendencia al incremento de las capacidades nacionales de las potencias emergentes (las adquisiciones se han incrementado especialmente en Asia) y se refiere a un definición bastante lata de gasto (que absorbe el efecto de las transferencias de armas sumándolo al gasto administrativo, logístico y previsional).

En efecto, el SIPRI aclara que su definición de gasto militar se entiende como “todo gasto de gobierno en las fuerzas militares actuales y sus actividades, incluyendo salarios y beneficios, gastos de funcionamiento, compra de armas y equipamiento, construcción militar, investigación y desarrollo y la administración central de comando y apoyo” (idem).

A la naturaleza absorbente de esa definición se añade la generalidad del término “estabilización” empleado por el SIPRI cuando esa misma entidad alerta sobre la improbable equivalencia entre gasto militar y gasto en armas y establece divergencias bien marcadas entre países que han reducido el gasto y otros que lo han incrementado.

Entre los primeros se encuentran Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Alemania (cuyos excesivos gasto fiscales han implicado recortes en curso y centrales para la sustentabilidad de esos Estado) e India y Brasil. En el segundo grupo se encuentran China y Rusia cuyo objetivo de adquirir o recuperar el status de superpotencia incluye abiertamente la variable militar especialmente cuando disponen de mayor laxitud fiscal.

En efecto, Estados Unidos, cuyo gasto militar es varias veces superior al chino ha reducido ya 1.2% de su PBI en el sector defensa multiplicando el impacto, en el total, de la reducción de Francia (-4%), Alemania (-1.4%) y el Reino Unido (-0.6%). Ello marca una tendencia que reducirá no sólo el gesto militar de Occidente sino el de la alianza transatlántica, la OTAN.

Contra esa tendencia insurge, sin embargo, el gran incremento del gasto de Rusia el año pasado (9.3% calificado por su disposición a reemplazar el armamento soviético hacia el 2020) y el de China que, a pesar de su opacidad estadística, ha incrementado su aparente gasto en 6.7% (US$ 8208 millones, apenas por debajo de la reducción norteamericana de US$ 8700 millones).

Finalmente, aunque India ha reducido su gasto en -3.9% las pruebas recientes de su capacidad misilera de largo alcance dice mucho sobre el equilibrio entre la reducción del gasto y las necesidades del incremento de la capacidad estratégica en la mayoría de potencias.


 
El cálculo de la sustentabilidad del incremento de la capacidad de poder involucra al conjunto asiático. Esta región (Asia/Oceanía) ha incrementado su gasto apenas en 2.4%. Sin embargo, sus compras lo han hecho en 44% del total mundial (2) siendo precisamente la India la que más compró el año pasado (11% del total global).

En ese marco no es contradictorio que China haya importado menos el año pasado: esa potencia está dedicada a la potenciación de su propia industria militar habiendo, en apariencia ya cruzado el umbral que transforma a una potencia de importadora en exportadora neta ganando, a su vez, posición de mercado (sus exportaciones crecieron 95% el año pasado).

La implicancia de esa evolución es evidente: la competencia militar en el Asia es efectivamente interactiva y por status (ver “Las adquisiciones de armas convencionales y la latencia del conflicto” en www.contexto.org). Esta lleva a nuevos requerimientos de balance, alianzas y de proyección de poder continental y marítimo. Algunos resumen esos requerimientos en el término “carrera armamentista”. Es en ese marco que Corea del Sur compró el año pasado 65% del total, Pakistán 5% y Singapur 4% del total.

Esta situación no contrasta con la realidad del Medio Oriente que, a pesar del desgobierno de la zona, ha incrementado su gasto en casi todos los Estados (situación que define una realidad única) mientras sus compras aumentaron 17% con fuertes perspectivas de crecimiento.

Esta tendencia de incremento de gasto y de compras se observa también en el África que gastó 8.6% y adquirió 9% del total.

Tal proyección expansiva no ocurre en América Latina que ha experimentado el año pasado, en la huella de Occidente, una reducción del gasto militar de -3.3% impulsada por la reducción brasileña de -8.2% (período 2008-2011).

Sin embargo, el gran incremento de las adquisiciones venezolana (555% en el período 2007-2011 en relación al período 2202-2006) y la decisión de Brasil de crear un complejo militar industrial y de persistir en compras de armas convencionales de última generación (mientras el proyecto de adquisición de un submarino nuclear no ha sido abandonado) muestran en el área, no el conflicto interactivo, pero sí la realidad del conflicto por status (y también por alineamientos) a pesar de las circunstancias.

En un proceso de aceleración de la distribución de poder contextualizado en una crisis económica de impacto asimétrico, el gasto militar global encontrará también nuevos equilibrios que no descuidará la adquisición de capacidades militares. Esto es algo bien distinto a la “estabilización” que el SIPRI anuncia. En esta perspectiva, el conflicto seguirá siendo una variable que la economía deberá atender. Que unos lo entiendan mejor que otros es un problema distinto.

    4
    0