Alejandro Deustua

11 de abr de 2007

FMI: Optimismo en la Economía Global

Si el informe de situación de la economía mundial del FMI sostiene que ésta se encuentra "bien encaminada", que el crecimiento es "sólido" y que los riesgos globales son "menores que hace seis meses", la sensación de optimismo en los países que gestionan con responsabilidad su economía sólo puede ser equiparada por la recompensa de su esfuerzo.

Especialmente si el FMI sostiene que esos resultados se están logrando a pesar de una desaceleración "mayor de la prevista" de la economía norteamericana en la que el potencial recesivo de la erosión del sector hipotecario de alto riesgo no parece haber contagiado aún a otros mercados.

El sentimiento de optimismo ciertamente se incrementará en los sectores público y privado internacionales si el FMI comprueba que la volatilidad del mercado bursátil global experimentada hace un par de meses no ha tenido la proyección de una verdadera crisis, si las tendencias inflacionarias (uno de cuyos factores inductivos son los precios del petróleo) están siendo contendidas y si no se han producido ajustes desordenados de los desequilibrios globales. Y el optimismo inducirá seguridad si estos riesgos globales, que son latentes, prefieren ser denominados como incertidumbres por el Fondo.

Estas buenas noticias brindan además un piso firme aun a aquellos gobiernos que no desean una buena inserción en la economía global. Ellos podrán seguir beneficiándose de los frutos de ésta al tiempo que trabajan para debilitar su estructura (el caso venezolano en nuestra región) o para mejorar sus condiciones de negociación política (el caso, digamos, de Corea del Norte).

Y lo harán porque la aparente fortaleza de la economía global permite, en casos aún extremos (como el de los países del Medio Oriente) o en ámbitos más cercanos (como el boliviano), seguir creciendo a pesar de su desmanejo político. La "realidad" de una economía "separada" de la política, además de ser excepcional, tendría este efecto paradójico.

Esta "realidad" durará, sin embargo, lo que dure el extraordinario ciclo expansivo que vivimos (4 años consecutivos de crecimiento global comparado, según el FMI, sólo cono la época precrisis de la década de los 60 y parte de los 70).

Cuando ella concluya, también veremos cuál es el impacto de una mayor desaceleración de la economía norteamericana en claro contraste con la menor incidencia que su fuerte desaceleración (de 3.3% en el 2006 a 2.2% proyectado para este año) tiene hoy en el mundo.

Sin embargo, si la menor influencia de un decrecimiento sustantivo en la primera potencia económica es una novedad sistémica (y, también, una aspiración colectiva), ésta ciertamente tiene menos que ver con la participación de la economía norteamericana en el mundo (entre de 20% y 25%) que con las causas de su desaceleración.

Si lo que el FMI observa como problema principal es la crisis hipotecaria, la menor incidencia es lógica en tanto el mercado de bienes raíces tiende a ser menos global (lo que no implica que sea aislado) Más aún, si ésta se produce por la incapacidad de pago de sectores con menor participación en el mercado financiero. Como es evidente, otro sería el resultado si la desaceleración se hubiera producido por un decrecimiento sustancial del consumo (que hubiera impactado en las importaciones y, por lo tanto, en el comercio global) o por una crisis de los mercados financieros. Aunque no deseable, ese escenario es aún posible en el largo plazo (un cuadro de estanflación germinal puede ya observarse).

En todo caso quienes no han podido escapar a la desaceleración de la economía norteamericana son los países más vinculados comercialmente con ella (Canadá, México, Centroamérica). Si ello es evidente, debiera ser también prudente que la aprobación del TLC con Estados Unidos que la mayoría deseamos vaya acompañada de prevenciones adecuadas (quizás una cláusula de salvaguardia) de una recesión futura en esa economía.

Esa preocupación, sin embargo, debiera mantenerse dentro lo posible antes que de lo probable según el ex director del FED Allan Greenspan. Y en todo caso debe considerarse aún en un marco de crecimiento de las grandes economías nacionales o regionales. Al respecto el informe del FMI observa una consolidación del crecimiento de la zona del euro (2.3% este año vs 2.6% en el 2006), en Japón (2.3% vs 2.2% el año pasado), en China (10% vs. 10.7% el año pasado) e India (8.4% vs. 9.2% en el 2006).

En ese marco el optimismo en tormo a las regiones emergentes parece mejor fundamentado. Éste es el caso de América Latina que crecerá este año 4.8% (vs. 5.4% el 2006). Esta progresión, aunque insuficiente, es equivalente (aunque circunstancialmente) a la perfomance de los países de la ASEAN (5.5% vs 5.4% el año pasado).

Sin desatender las posibilidades recesivas post 2008, los requerimientos de desarrollo que el informe del Fondo no considera, la necesidad de una mejor distribución del ingreso y la certidumbre de que la proyección del FMI será revisada, el Perú tiene motivos para el optimismo en este contexto. No aprovechar su sustento, que es excepcional, sería irresponsable. Al mismo tiempo, sin embargo, es necesario continuar con el esfuerzo de disminuir vulnerabilidad de la economía nacional a un shock externo de largo plazo.

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