Alejandro Deustua

29 de nov de 2015

La Campaña Contra el Daesh no es una “Guerra Mundial”

A pesar de que la respuesta francesa al bárbaro ataque terrorista del Daesh a París ha evolucionado en complejidad, ella está lejos de calificar como una tercera guerra mundial, como lo vocean, de manera tan ignorante como imprudente, algunos medios.

Para empezar la respuesta francesa se focaliza en un objetivo preciso: la destrucción del Daesh en el marco de otro complementario (la lucha contra el terrorismo global). De momento aquél no incluye aún, de manera oficial o declarada, variables no convencionales acordes con la naturaleza extremadamente ambigua de la organización terrorista que se pretende aplastar.

Aunque, de acuerdo con la experiencia francesa en la lucha antisubversiva y otras amenazas no convencionales, no cabe la menor duda de que esas variables ya se han definido e implementado , lo que se ha planteado hasta hoy pertenece al dominio de la “gran estrategia”: una dimensión de seguridad interna de carácter represivo, una dimensión militar (el incremento de los bombardeos franceses contra el Daesh en Siria), otra de seguridad colectiva (el amparo de la ONU y del Tratado de Lisboa en el marco de una gran coalición que incluya a Rusia) y otra política (acorde con la solución última que patrocina Estados Unidos para poner fin a la guerra en Siria).

Esta configuración bélica está muy lejos de plantear escenarios de grandes alianzas confrontadas entre sí, del despliegue masivo de ejércitos y armas, de la subordinación de la economía mundial al esfuerzo bélico o de la incorporación del clima bélico al comportamiento de la sociedades nacionales e internacionales (incluyendo la propaganda de gran alcance) que caracterizaron a las conflagraciones de la primera mitad del siglo pasado.

La focalización del esfuerzo conjunto para lograr la destrucción del Daesh y de avanzar en la lucha contra el terrorismo global se vería gravemente perturbada si se consolida en el imaginario colectivo percepciones, estimuladas mediáticamente, de que el involucramiento de fuerzas de Occidente implica una contienda apocalíptica en el que el aniquilamiento parcial de la población de regiones enteras pudiera ser un resultado necesario. El riesgo hipotético que propone esa racionalidad no sólo favorecería al terrorismo sino que dividiría aún más a los que luchan contra él.

A propósito debe recordarse que los jefes de Estado de Francia, Estados Unidos y Rusia convinieron en Viena el 14 de noviembre último, en el marco del Grupo Internacional de Apoyo a Siria (integrado por 16 países además de representaciones de la ONU, Unión Europea y la Liga Árabe) la búsqueda de un cese al fuego entre las partes confrontadas en Siria (las que responden al cuestionado presidente Assad y a los grupos que lo combaten) y una solución política definitiva a ese conflicto. Los orígenes de esa instancia informal pueden establecerse en el Grupo de Amigos de Siria que se congregó por primera vez en el 2012.

Al respecto, los cancilleres de esa agrupación definieron previamente un cronograma que implica el inicio de conversaciones entre el “gobierno” y la “oposición” sirias a partir del 1 de enero del 2016 bajo el amparo de la ONU. Seis meses después (entre mayo y junio) debería haberse convenido el cese de fuego. Un año y medio más tarde se llevarían a cabo elecciones en Siria y se habría iniciado el proceso de adopción de una nueva constitución de ese país.

Aunque ese cronograma no figura en la Declaración que emitió el Grupo de Apoyo referido, éste habría ratificado el mencionado acuerdo de cancilleres. Posteriormente, la Resolución 2249 del Consejo de Seguridad (que condena los ataques del Daesh contra Túnez, Turquía, Rusia, Líbano y Francia y llama a los Estados Miembros de la ONU) llamó a la comunidad internacional a tomar las medidas necesarias para prevenir y suprimir las acciones de esa organización terrorista.

Con el propósito de consolidar la coalición internacional que debe llevar a cabo las acciones asumidas por la mencionada Resolución del Consejo de Seguridad y de continuar con sus propios esfuerzos previos, los presidentes de Francia y de Estados Unidos convinieron en Washington DC el 25 de noviembre que la coordinación militar antiterrorista entre ambos Estados debería fortalecerse. Aunque el Presidente Obama definió el ataque a París como un ataque “contra la humanidad” y a Francia como su aliado transatlántico más antiguo -y el único europeo occidental realiza operaciones militares aéreas en Siria-, no pareció que la primera potencia estuviera dispuesta a cambiar de estrategia centrada en el empleo de la fuerza aérea y en el aporte de un número reducido de fuerzas especiales (que, según el Presidente Obama, está logrando resultados efectivos) ni a alterar esencialmente los términos de la coalición franco-norteamericana que ya opera en el área en el marco de una asociación mayor.

Posteriormente, los presidentes de Francia y Rusia, consolidaron en Moscú la disposición a coordinar esfuerzos militares focalizados en el combate del Daesh. El Presidente Putin convino en esa precisión obligándose, en apariencia, a deponer toda acción contra las fuerzas que combaten al Presidente Assad además de promover un mejor intercambio de inteligencia operativa. Aunque Rusia se mostró dispuesta a incorporarse formalmente a la coalición que combate al Daesh, no hubo un acuerdo explícito al respecto (el Presidente norteamericano había recordado previamente que Rusia e Irán procedían por separado en la zona).

Por lo demás, Francia ya ha desplegado el portaviones De Gaulle en las aguas del Mediterráneo cercanas a Siria (lo que triplicará la capacidad de sus fuerzas). Así mismo, Rusia ha concurrido al escenario marítimo con el buque insignia Moskva (previamente había atacado con misiles blancos sirios desde el mar Caspio). Luego del derribo de un avión ruso por Turquía (acción que fue originalmente imputado a milicias de turcomanos), Rusia ha desplegado en tierra siria, en las vecindades de la frontera turca, misiles antiaéreos S-400.

Tanto el marco regimental del escalamiento de acciones contra el Daesh como la competencia geopolítica en Siria entre Estados Unidos y Francia, de un lado, y Rusia e Irán, del otro (a la que concurren diversos aliados y fuerzas no convencionales) y la disposición a encontrar una solución política a la guerra civil siria (que no comprometa la destrucción del ISIS) muestran un cuadro de compleja intervención en el área con predominio oficial de coaliciones y acciones convencionales. El hecho de que sus ramificaciones desborden el ámbito regional, obliguen a operaciones no convencionales y compliquen la acción bélica de acuerdo a la naturaleza trasnacional del terrorismo, ciertamente no define el carácter de una guerra mundial. Para lograr la destrucción del Daesh debe haber claridad en la comunidad internacional sobre este cuadro de situación.

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