Alejandro Deustua

23 de abr de 2015

La Crisis del Comercio Suramericano y sus Escasas Alternativas

El crítico deterioro de la perfomance económica de América Latina anunciada por el FMI para este año (0.9%) y la debacle del dinamismo suramericano (-0.2%) con escasas proyecciones de recuperación en el 2016 está envuelta no sólo en la lenta recuperación de los países desarrollados sino en la crisis del comercio mundial.

Ésta es especialmente grave para economías que han incrementado adicionalmente su inserción en el mundo a través de la negociación de acuerdos de libre comercio (el caso peruano).

Es más, el problema no es uno que pueda corregirse a través de medidas promotoras, reformistas o correctivas unilaterales en tanto el comercio global en términos de volumen ha crecido sólo 2.4% como promedio en los últimos tres años, largamente por debajo del promedio de 5% que se consolidó a partir de 1990 y a tasas inferiores de años particularmente críticos como 1975 y 2009 según la OMC (1).

Esta dramática situación se explica obviamente por la caída de los precios de los commodities, del petróleo (-47% desde julio del año pasado) y la turbulencia cambiaria expresada en el progresivo fortalecimiento del dólar frente a perspectivas de una mayor apreciación de esa divisa.

Más aún, tales limitaciones contextuales han sido reforzadas por políticas proteccionistas, problemas de acceso a los mercados, distorsiones del escenario de competencia y ausencia de reglas globales complementarias que debieron haber sido consagradas por la Ronda Doha según el Director General de la OMC, Ricardo Azevedo (causas que él enumera como la lista de acciones políticas que deben corregirse).

Además de la baja perfomance global, ello ocurre en un ambiente de tensiones geopolíticas y de cambios significativos dentro economías grandes que han afectado fuertemente al comercio (el conflicto de Ucrania que involucra a Rusia, la Unión Europea y Estados Unidos; el Medio Oriente, cuyo impacto en la oferta petrolera debió subir los precios del petróleo, ha sido largamente compensada por la emergencia americana en la producción de hidrocarburos; los problemas de la economía china y su efecto en los precios de los commodities) acompañadas de una fuerte contracción de la demanda.

El impacto regional de esta precaria situación ha sido especialmente grave para América Latina y, especialmente, para Suramérica. Así como nuestra región es la que menos crecerá este año comparada con Asia, el Medio Oriente y el África según el FMI, también es la que menos intercambios realizará en el 2015 por lo menos en relación con el Asia afectando de manera estratégicamente negativa los términos de la competencia con esa región.

En efecto, este año el volumen de comercio suramericano medido por exportaciones caerá -2.5% con un pequeño repunte de 0.2% en el 2016 frente a un crecimiento del comercio mundial del comercio de 3.3% este año (vs 2.8% en el 2014) y de 4% en el próximo.

Si estas cifras marcan la pérdida de terreno en relación con el mundo, en relación al Asia la pérdida se incrementa aún más en tanto el volumen del comercio crecerá en esa región este año 5% (vs 4.9% el año pasado) y algo más en el 2016 (más del doble suramericano).

Peor aún, el comercio en términos de valor según los estimados de la OMC para Suramérica indican que en el 2014 se produjo una contracción de exportaciones del orden de -6% (y -7% si se incluye al Brasil) mientras que el Asia crecía 2%, Europa 1%, Estados Unidos 3% y el mundo 1%. El año pasado sólo la contracción del valor de las exportaciones africanas (-8%) superaron la debacle suramericana según la OMC.

Estas cifras ilustran nuevamente la magnitud del shock permanente de demanda (no de oferta) que afronta la región que, además no será superable en el corto plazo en tanto el comercio mundial seguirá creciendo a un ritmo similar al actual en los dos o tres años siguientes.

Si ello es producto de la falta de diversificación de nuestra economía y de la vulnerabilidad generada por nuestra exposición al mundo (que no debe ser mermada sino corregida sectorialmente en el ámbito de las exportaciones no tradicionales, por ejemplo), resulta indignante que la alternativa del comercio intrarregional no pueda ser ni siquiera ser planteada debido a la erosión de este mercado por las divergencias ideológicas en las que siguen atrincherados los países del ALBA y el proteccionismo del MERCOSUR.

Los primeros han amputado a Suramérica de un espacio comercial fundamental siguiendo la senda del “comercio justo” (y de los impedimentos a los intercambios que ello conlleva) y los segundos (los mayores mercados de la región, especialmente en el caso brasileño responsable del 40% de la economía suramericana y del 70% del MERCOSUR) sumidos en sus torpezas y retaliaciones reflejadas en la erosión de su zona de libre comercio y en la completa inutilidad de su unión aduanera. La Alianza del Pacífico representa frente a ellos quizás no una solución, pero sí una salida de mucho mayor progreso.

Por ello, toca a los miembros de la Alianza del Pacífico asumir la iniciativa de la reactivación del progreso comercial en el área con vistas al TPP y la cuenca del Pacífico. Y procurar, además, no una convergencia sino una apertura de los mercados suramericanos que deseen hacerlo. Los demás, deben ser dejados de lado hasta que las circunstancias y la necesidad los obliguen a abrirse.

En la perspectiva peruana, la mejor explotación de los acuerdos de libre comercio con Estados unidos y la Unión Europea, cuya capacidad de importación debe acompañar su incipiente crecimiento, y la habilidad para obtener beneficios inmediatos del TPP apenas culminen las negociaciones y de redefinir mercados sectoriales favorecidos por los acuerdos suscritos con China y Japón es un imperativo.

WTO: Modest trade recovery to continue in
 
2015 and 2016 following three years

of weak expansion.

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