Alejandro Deustua

15 de ago de 2008

La Necesidad de No Sobredimensionar las Expectativas

Si las expectativas son factores que la economía ha incorporado hace tiempo como una variable determinante, su carácter subjetivo resta dimensión de ciencia exacta a la disciplina. Y si el factor riesgo tiene el mismo carácter e incidencia que aquéllas, se puede comprender mejor que la economía esté fuertemente influida por variables que escapan a la condición objetiva que muchos economistas desean atribuir a su profesión.

Concluido el primer semestre del 2009 la evaluación general de la perfomance económica global indica que las potencias centrales (Estados Unidos, la Eurozona y Japón), no sólo no han escapado al peligro de la recesión sino que se han acercado a ella. El incremento del desempleo en Estados Unidos y la contracción de las economías europea y japonesa en el segundo trimestre evidencia que el ciclo económico depresivo se ha agudizado y que éste podría prolongarse algo más que lo calculado (el 2009).
 

Estos indicadores han sido precedidos de referencias exuberantes. Entre ellas, la más ominosa es la que describió la crisis financiera norteamericana como la peor desde el crash del 1929.

Algo más moderada ha sido la relación establecida entre la situación actual y la de fines de los años 70 del siglo pasado cuando el impacto del estancamiento con inflación no sólo superó su origen en Estados Unidos sino que codificó el término “estanflación” y contribuyó a que muchas de las economías de los países en desarrollo no productores de petróleo colapsaran bajo el peso de los pasivos financieros. El acápite final de ese proceso concluyó con el “conflicto Norte-Sur” (y la “derrota” del Sur) y el ingreso de América Latina a la “década perdida”.

A pesar del fuerte carácter contractivo del ciclo económico actual, éste no tiene el impacto de lo ocurrido hace cuatro u ocho décadas. No sólo las economías nacionales presentan muchos mejores fundamentos que entonces (el caso del Perú es, reconocidamente, uno de ellos) sino que la economía global es hoy inmensamente más abierta y diversificada.

En consecuencia, si bien es necesario adoptar medidas preventivas global y nacionalmente, la radicalización de las expectativas pesimistas y la sobrevaloración del riesgo deberían hoy poder evitarse. De ese empeño, sin embargo, no hay constancia suficiente en los analistas, las empresas y los medios en un marco, es cierto, de ausencia de coordinación entre las principales economías.

La misma extrapolación de expectativas y de evaluación del riesgo ocurre hoy, aunque ahora a la inversa, en el ámbito energético, uno de los factores contribuyentes al agravamiento de la inflación y de la desaceleración globales. En efecto, las economías más poderosas y más intensamente importadoras de crudo se han negado a reconocer una mayor incidencia del factor especulación en el incremento del precio del petróleo minimizando el riesgo especulativo.

A pesar de la evidencia en contra, esa percepción ha sido compartida por instancias del legislativo norteamericano, por economistas de primera línea e importantes analistas del mercado. Sin embargo, el precio del petróleo ha caído en pocas semanas de un récord de más de US$ 140 a menos de US$ 120 sin que la demanda se haya alterado aún sustancialmente ni la oferta haya disminuido fundamentalmente.
 

Esa fuerte rebaja (como antes ocurrió con el súbito incremento) es una muestra de la incidencia especulativa. Sin embargo, recién hoy instancias oficiales norteamericanas dan cuenta de ello (Wall Street Journal en El Comercio). Pero el rol, quizás interesado, de las percepciones que influyen en las expectativas se había rehusado a admitirlo.
 

A la luz de los efectos distorsionantes que esos elementos subjetivos tienen en la economía real, es indispensable que a la coordinación intergubernamental requerida para gestionar la crisis actual, las autoridades realicen un esfuerzo mayor para controlar las expectativas y atajar la especulación que retroalimenta la crisis.

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