Alejandro Deustua

19 de sep de 2017

La ONU y Corea del Norte

Sin la concurrencia del Presidente Kuczynski y con la declaración de persona non grata del Embajador de Corea del Norte en el Perú como toda medida preventiva nacional, la 72ª Asamblea General de la ONU discute hoy en Nueva York una agenda provisional de 172 puntos en la que la amenaza norcoreana no aparece puntualizada.

Esta aparente anomalía que obvia el mayor riesgo estratégico actual en una agenda amplísima, es un misterio ya develado por el presidente Trump que acaba de amenazar con la destrucción a Corea del Norte.

No obstante el escalamiento retórico de la problemática nuclear el Consejo de Seguridad sólo viene imponiendo a la satrapía norcoreana sanciones económicas sin lograr que ésta varíe un milímetro su letal hostilidad.

Ello a pesar de que la insistencia del Consejo en su impotente coerción económica va ahora acompañada del inverosímil anuncio chino de bloquear el 100% de las importaciones de la potencia nuclear emergente.

Ese anuncio ha sido ya ridiculizado por la cohetería norcoreana que, sobre cielos japonenses, recordó nuevamente a Tokyo que deberá modificar su constitución pacifista y al mundo que deberá aceptar una nueva estructura de poder con la urgencia que la juguetería bélica que este Kim reclama.

El ratón en que ha devenido la comunidad internacional en las garras del treinteañero felino asiático parece haber perdido el sentido de orientación. Y quizás algunos de sus miembros piensen ya en términos de convivencia con la nueva realidad sin haber hecho el esfuerzo suficiente por controlar la agresión.

Un indicador al respecto es el precio del oro que, en una semana, ha bajado cinco puntos porcentuales debido al “menor riesgo geopolítico” según el Banco Central.

Esta capitulación se está produciendo entre la catastrófica indignación norteamericana y la incapacidad colectiva de organizar una disuasión seria empleando, mientras tanto, el instrumental del Capítulo VII de la Carta de la ONU en lugar de clamar por guerra.

Ese capítulo de la Carta dedicado a la amenazas a la paz y a los actos de agresión establece un arsenal de medidas que implican el uso y no uso de la fuerza. Entre estas últimas, además de las sanciones económicas, se encuentra la ruptura de relaciones económicas, de medios de comunicación y de relaciones diplomáticas.

Ello indica que la comunidad internacional ha optado hasta hoy por la escala menor de coerción sobre Corea del Norte (como lo ha hecho el Perú) y se ha reservado el aislamiento forzado de ese Estado y medidas de fuerza colectiva para recordarle que la agresión no paga.

Tal omisión ha permitido que el Presidente Trump rastrille en la Asamblea General las amenazas ya conocidas que enfatizan no sólo unilateralismo sino la premisa de que sólo Estados Unidos tiene la capacidad y voluntad de responder a la hostilidad norasiática.

Es hora de que China y Rusia tomen partido en la ONU por la comunidad internacional presionando a Cora del Norte con todo su poder y que países como el Perú utilicen mejor la escala de medidas diplomáticas que ellos disponen.

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