Alejandro Deustua

10 de abr de 2005

OEA: Un Proceso Paralizante

11 de abril de 2005

Luego de cinco votaciones con el mismo infértil resultado (17/17) el proceso de elección del Secretario General de la OEA ha dejado de ser un mecanismo renovador de un mandato cuestionado para convertirse en una confrontación de fuerzas que no anuncia buenos resultados. A la fricción resultante de la atipicidad del mecanismo elegido –una contienda que emplea los mecanismos de una campaña electoral interna- debe sumarse la exacerbación de la ingobernabilidad que ya padece el sistema multilateral.
 

 
Si la OEA necesitaba recuperar credibilidad en la gestión luego de la escandalosa renuncia del expresidente Miguel Ángel Rodríguez , hoy su afán de transparerencia está resultando en una confrontación entre dos hombres de Estado en funciones (que arrastran a sus gobiernos), en alineamientos rígidos (nor y suramericanos) marcados ideológicamente (conservadores y socialistas) y en perjudicial exhibición pública de incapacidad colectiva (conteos nominales delante de la TV). En todo caso, ése es el mensaje fragmentador que se trasmite.

Por lo demás, la pérdida de eficiencia de los usos de la diplomacia multilateral en un contexto en el que los foros multlaterales están desprestigiados, en reforma o sencillamente trabados (la ONU, la OMC) y en el que los regionales no logran cuajar sus logros (p.e. la aprobación de la Constitución europea), la falta de voluntad congregante en la OEA sólo agrega mayor disfuncionalidad.

Extraordinariamente ello ocurre en un ambiente en que los intereses en conflicto parecen ser menos sustantivos (p.e. nadie ha cuestionado el rol de Estados Unidos) que vinculados al prestigio y la pretensión de poder singular de los protagonistas.

En efecto, los candidatos en contienda no han presentado “plataformas electorales” fundamentalmente diferentes sino generalmente inclusivas. Éstas además tienen muy poco de particular en el trato de los grandes tareas pendientes del sistema interamericano: la redefinición del sistema de seguridad colectiva, la recuperación del esfuerzo hemisférico de promoción y cautela democrática, la reinstalación del rol de la OEA en el proceso de integración regional y en la promoción del desarrollo y el fortalecimiento institucional del organismo regional más antiguo del mundo.

Si en el ámbito global los procesos de regionalización tienden a incrementarse, no es posible que América, el continente más prometedor de la postguerra después de Europa no logre articular intereses para una entidad de gestión como es la Secretaría General de la OEA. Para superar el impasse, la contienda debe suspenderse y dar lugar a la búsqueda de consenso regional.

Y una vez qu éste se haya logrado, el nuevo Secretario General debe presentar fórmulas para canalizar mejor intereses subregionales tan asiméricamente representados y que hoy no ayudan al mínimo consenso. Un modelo puede ser el de la ONU (un Consejo Político al estilo del Consejo de Seguridad que ya varios han planteado). Otro puede ser el modelo europeo basado en la doble mayoría (el voto cuantificado por el peso demográfico y el número de países).

El sistema interamericano debe encontrar un mecanismo decisorio que equilibre y arbitre las extraordinarias diferencias de peso político que alberga, un centro de gravedad que no obligue a las partes a actuar sólo en función de su mayor o menor proximidad a Estados Unidos y un mecanismo de concertación que disminuya la paralizante polarización que hoy atestiguamos.

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