Alejandro Deustua

19 de abr de 2007

Perú-Chile: En Busca de una Solución

El Perú ha planteado a Chile un reclamo territorial y mantiene con ese Estado una controversia marítima. Esta situación es reconocida por ambas partes al tiempo que los Estados llevan adelante agendas complejas y sus ciudadanos establecen relaciones de mutuos y disímiles beneficios. Frente a esa realidad, la responsabilidad de gobiernos sensatos consiste en buscar efectiva solución de las diferencias mientras fomentan una más intensa y mejor interdependencia.

Si ello es cierto, lo que no debe hacerse es plantear debates mediáticos innecesarios luego de que los Estados y los instrumentos de opinión han establecido sus respectivas posiciones. En lugar de ello, la prensa podría promover un marco para la solución pacífica de los diferendos estatales al tiempo de prevenir desbordes que inhiban una próspera y estable relación entre ciudadanos de ambos países.

A ello no conduce posiciones de atrincheramiento que hoy pueden observarse en muy importantes diarios chilenos (El Mercurio). Y menos cuando sus cuestionables afirmaciones se presentan de manera axiomática y desprovistas de contexto histórico.

Sobre el particular no vamos a insistir salvo para indicar que el Perú no puede, por imposición ajena o por conflicto de interpretaciones jurídicas, perder más territorio con nuestro vecino luego de la debacle del siglo XIX. La estabilidad y el equilibrio en el Pacífico sur suramericano no admiten semejante situación.

Y tampoco ingresaremos a una polémica periodística con El Mercurio recogiendo argumentos ajenos cuestionados por el Estado peruano. Sobre el particular sólo recordaremos que el hito No.1, a diferencia del punto Concordia, no es el punto de inicio de la frontera con Chile de acuerdo a los establecidos por el tratado de 1929 y la Comisión Mixta de 1930. Reiteraremos que el Decreto Supremo de 1947 no establece límites marítimos sino un planteamiento de soberanía y jurisdicción sobre los recursos marinos hasta las 200 millas. Insistiremos en que la Declaración de Santiago de 1952 es un tratado pero no uno de límites. Argumentaremos que el acuerdo sobre zona especial pesquera de 1954 siendo funcional, sectorial y temporal no puede ser un tratado de delimitación territorial. Y ratificaremos que el objetivo de los actos e intercambios de notas de 1968 y 1969 consistió en establecer referencias físicas (faros) para ser vistas sólo desde el mar.

Y frente a la insistencia del diario chileno, recordaremos que el Perú inició multilateralmente el reclamo marítimo durante la Tercera Conferencia sobre el Derecho del Mar (1980) y que, en el ámbito bilateral, el reclamo se planteó en 1986. Por lo demás, como a todos consta, la controversia quedó formalizada en el 2004 mediante intercambio de notas entre los cancilleres de Perú y Chile mientras que la ley de bases del 2005 fijó el punto que el Perú entiende como legítimo para establecer, luego, el límite marítimo externo. Esa norma ha quedado registrada ahora en la ONU.

Ello muestra que no hay aceptación peruana del paralelo como límite, que la costumbre no lo ha establecido así y que el Perú no reconoce el error o el absurdo jurídico como fuente de derecho.

En lugar de vernos en la necesidad de listar nuevamente estos argumentos por insistencia mediática ajena, quizás los instrumentos de opinión pública del vecino pudieran contribuir a establecer un marco de referencia para la solución de la controversia. Éste podría abarcar los ámbitos de seguridad (desminado de la zona, neutralización militar del área, cooperación extraregional e inhibición de despliegue de material militar innecesario para la defensa territorial), económico (fomento de la integración fronteriza y promoción equitativa de los intercambios con importante participación local especialmente en el Perú), políticos (establecimiento de instancias de periódicas consultas presidenciales además del 2+2) y sociales (la promoción de intereses conjuntos con participación boliviana para crear un clima que permita, luego, la solución el problema de la mediterraneidad de ese país). Si peruanos y chilenos queremos una agenda de futuro, debemos avanzar también solucionando determinantes problemas del pasado.

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