Alejandro Deustua

25 de dic de 2005

Suramérica: Más Que Un Giro A La Izquierda

26 de diciembre de 2005

El espectacular resultado de las elecciones en Bolivia y las expectativas de cambios políticos en los países andinos dan cuenta de una viraje a la izquierda en Suramérica. Este diagnóstico es minimalista. La región está experimentando una mutación estructural.

En lo externo, ésta se define primero por una mutación de la polaridad regional. Si Brasil ha sido tradicionalmente la potencia estabilizadora en Suramérica –rol que hoy desempeña con notoria debilidad- , el revisionismo antisistémico venezolano contribuyó hace tiempo a redefinir los centros de poder en el área. Fortalecido este núcleo ahora por los resultados de la elección boliviana ese foco de poder, asentado en la alianza con Cuba, podría contar con un nuevo socio. Ello incetivará una reacción en dos centros pro-occidentales: Chile y Colombia.

Dependiendo hacia dónde se enrumbe el Perú en abril esos núcleos podrían ser fortalecidos o debilitados. En todo caso, la pluralidad de polos en una reavivada dinámica de poder redefinirá más intesamente el orden regional –incluyendo las premisas de su integración- y de su proyección externa. Ésta pondrá en juego una antinomia pro y anti-occidental y “altermundista” más definida y dañina en la región.

De otro lado, es evidente que el vínculo del factor geográfico e ideológico es una variable identificadora de la dimensión del cambio. Así mientras en el Cono Sur se arraiga una izquierda institucional, partidista, moderna y afiliada a los principios de la democracia representativa y de la economía de mercado, en el área andina va emergiendo, en un marco de escasa gobernabilidad, un movimiento revisionista, informal, antioccidental, antipartidista, irredentista y esencialmente antisistémico.

Aunque las políticas sociales hayan recuperado una indispensable prioridad en las agendas gubernamentales en ambos escenarios, el uso del poder para llevarlas a cabo distinguirá también a un escenario de otro. En consecuencia, de acuerdo a la dimensión nacionalista que se otorgue a aquéllas, el uso del poder en el trato de las problemáticas no convencionales podría yuxtaponerse al trato de problemas convencionales con mayor facilidad complicando la cohesión regional.

Un factor adicional de la redefinición del orden regional será, ciertamente, su nivel de convergencia con el orden hemisférico y global. Como es evidente, ello pasa por la relación con Estados Unidos, las instituciones multilaterales y las empresas multinacionales. Es obvio que el factor de tensión determinante será acá también la alianza venezolana-cubana (a la que podrá sumarse Bolivia). Ésta pretenderá, además un rol extraregional más influyente. Si en el Perú triunfase algún candidato revisionista, ese gobierno (que define el mundo en términos de la contienda nacionalismo-“globalización”) tendería a sumarse a ese polo aunque con alguna especificidad.

En esa eventualidad, la brecha entre el escenario andino y el conosureño puede ampliarse sumándose a la que existe con Centroamérica y México (que tiene relación estrecha con Estados Unidos). El Perú no debe contribuir a ello. Por tanto, hoy una asociación con Chile, Colombia y Brasil es fundamental para evitar una fractura mayor en nuestro entorno. En ese marco el vínculo con Estados Unidos adquiere una dimensión estratégica adicional.

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