Alejandro Deustua

may 21

Viajes a la China

Actualizado: may 29

22 de mayo de 2024

Como si fuera Primer Ministro o Canciller, el ministro de Desarrollo Agrario y Riego se consideró autorizado  para informar al público sobre un próximo viaje de la presidenta Boluarte a China. Allí se trataría  una agenda de 29 puntos entre los cuales se encuentra la venta de carne (EC). De manera casual el viaje fue confirmado por el ministro de Relaciones Exteriores  en una entrevista televisiva reportada por la prensa extranjera (Infobae). Tal parece que la guía  viajera de la presidenta está tan empedrada de informalidad que a ella no le queda más remedio que tropezar como ya ocurrió en Estados Unidos y el Vaticano.

En aquella entrevista el Canciller informó que el presidente Xi Jinping había realizado la invitación mientras el ministro reducía la agenda de 29 puntos referidos por su colega a tres prioridades: infraestructura, estructura hospitalaria y asuntos ferroviarios (vinculados al puerto de Chancay).

Para desprendernos de tal ligereza debemos preguntar sobre la oportunidad y la dimensión política de la visita e indagar sobre el manejo del puerto de Chancay tan privadamente contratado entre una empresa local y una empresa china inescapablemente ligada a la estructura de poder que comanda el presidente Xi Jinping.

En relación a lo primero cabe inquirir si el viaje es indispensable luego de la visita de alto nivel realizadas recientemente por autoridades de Cancillería a China. Si ésta fue insuficiente es necesario que se informe sobre cuál es la naturaleza del interés nacional (o de alguna relación especial) que motiva el viaje presidencial una vez que la participación del presidente chino en la cumbre de  APEC en noviembre próximo ha sido asegurada.

Veamos. Entre el 30 de abril y 1 de mayo pasados el canciller González Olaechea realizó una visita oficial a China. En ella se llevó a cabo en tres actos: una entrevista con el vicepresidente Han Zheng, otra con el  canciller Wang Yi y la reanudación, “luego de 9 años”, de la Comisión Intergubernamental Mixta de Cooperación Económica y Técnica. Además del Canciller, la comitiva peruana fue integrada por el Vicecanciller y la Directora General de Asuntos Económicos de la Cancillería.  Por encima de esa representación sólo está el nivel presidencial.

En el curso de las dos primeras reuniones, se expresó el interés mutuo de fortalecer la relación bilateral, se exploró una hoja de ruta  y el Canciller entregó a su colega chino la invitación al presidente Xi Jinping para la cumbre APEC. Además se confirmó la seguridad jurídica de las inversiones chinas en el Perú  y la importancia de la inauguración próxima del puerto de Chancay. El avance en las relaciones comerciales procedería a través de la modernización del TLC (a firmarse en la cumbre APEC), de un acuerdo de doble tributación y de la “activación” de vuelos comerciales de carga y pasajeros. Al cabo se revisó también lo avanzado en la “Asociación Estratégica Integral” (2013) y la cooperación en energías renovables, agricultura, procesos digitales, inteligencia artificial, comercio electrónico y telemedicina. Y en el área multilateral el Canciller aseguró el apoyo del Perú para que la Asamblea General de la ONU promueva el “Diálogo de Civilizaciones” (1).

El segundo acto (la reunión de la Comisión Intergubernamental Mixta de Cooperación Técnica que forma parte de la Asociación Estratégica Integral), consideró temas de facilitación del comercio y cooperación en ciencia, tecnología, educación, salud, inversión entre otros. Y se evaluó la relación económica bilateral (2).

Como puede verse, no sólo la asistencia del presidente chino a la cumbre APEC fue asegurada (el logro de corto plazo) sino que, en el proceso, se comprobó la complejidad e intensidad de la relación con China de largo plazo que ya es extraordinaria. Esa excepcionalidad se manifiesta hoy en el hecho de que esa potencia es nuestro primer socio comercial (las exportaciones peruana a ese país equivalen a 36% del total mientras que al segundo destino, Estados Unidos, sólo se orientan el 24%). Y es también el segundo inversionista en el Perú (un stock de alrededor US$ 30 mil millones que tiende a incrementarse).

Entonces, ¿qué desean concretar adicionalmente los presidentes Boluarte y Xi Jinping? Si se tratara de la reducción de costos de  oportunidad para otros sectores de producción vinculados a la concentración minero exportadora de la que China participa, de prevenir problemas de dumping vinculados a la sobreproducción china (textiles, acero, pe.), del desempeño por el Perú del rol de “conector” entre bloques  extrarregionales (sugerido por el FMI) o de no generar conflictos  o suspicacias con terceras potencias, el viaje sería beneficioso.

Especialmente si se tratara de atenuar la influencia geopolítica en el Perú y en el Pacífico sur suramericano que está logrando china a través del puerto de Chancay. Al respecto sería conveniente un mejor balance del contrato permitiendo la incorporación, ahora o a futuro, de otros inversionistas (como ocurre en el Callao). O la participación multilateral (p.e. del BID) en los trabajos vinculados al acceso portuario y a la eventual conexión brasileña. O la convocatoria de empresas de cabotaje hemisféricas. O asegurar contractualmente que el puerto no tendrá doble uso militar y civil. O que el área de influencia geopolítica del puerto quedaría estrictamente reservada al ejercicio del interés y jurisdicción peruanos.  Plantear estos asuntos justificarían el viaje. Pero ello no va a ocurrir.    

Y a propósito del puerto de Chancay debemos preguntar también con qué actor se podría enfatizar mejor la necesidad de zonificar el área del Pacífico suramericano en términos beneficiosos para el Perú que no sean los generales de la cuenca del Pacífico (que se presta para todo y beneficia a China más allá de su zona de influencia continental) o de los más restringidos del Indopacífico, dominado militar y económicamente  por potencias distantes).

Ese interlocutor es Estados Unidos con el que están renaciendo las relaciones bilaterales. Así lo sugiere el Diálogo de Alto Nivel realizado en Washington por autoridades de Cancillería inmediatamente después de la visita a Pekín. Sus resultados fueron específicos: implementación de acuerdos de seguridad y protección de aviación civil y de interceptación aérea, la reanudación del interés norteamericano para invertir en infraestructura (Blue Dot Network) y en minería, fortalecimiento del comercio, cooperación en asuntos migratorios, lucha contra la delincuencia trasnacional (incluyendo la minera y la tala ilegal), seguridad sanitaria y uso pacífico del espacio extraterrestre.

En el ámbito regional se acordó cooperar en el marco de la APEC y de la Alianza para la Prosperidad Económica de las Américas  (promoción de la integración y de la democracia y reducción de las desigualdades).

Si bien ese proceso de fortalecimiento de relaciones bilaterales y regionales es aún incipiente, éste tiene la importancia de anunciar una refocalización de la primera potencia en asuntos hemisféricos en un marco de extraordinarios desafíos sistémicos y extrarregionales en los que la región no tiene la prioridad necesaria. Y también de implementar, en el Perú y el área andina, las políticas de “nearshoring” que deberían intensificarse en el mediano plazo.

Para que las agendas con China y Estados Unidos no se desequilibren más con un fuerte incremento de la influencia china en el área es necesario indagar si estas materias se pueden abordar. De lo contrario y si la visita presidencial es redundante con la del Canciller o si va a considerar un vínculo especial a costa de otros socios  es sensato considerar su postergación.

Al respecto debe considerarse, además, el marco relevante de esa visita:  la reciente cumbre sino-rusa que fortalece el vínculo estratégico entre esas dos potencias en todos los campos, incluyendo el relativo al cambio sistémico (que abarca, desde la interesada perspectiva de esas potencias, al denominado “sur global” que incluye al Perú). Sin un mayor esfuerzo nacional de equilibrio hemisférico y occidental, la percepción de que el viaje presidencial  tiende a un alineamiento estratégico sino-peruano no carecerá de fundamento.

(1) y (2) Notas de Prensa de Cancillería.

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