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  • Alejandro Deustua

América Latina Debe Contribuir a la Generación de Confianza Global

El consenso sobre el buen posicionamiento de América Latina para resistir la crisis global a un costo y salir de ella el próximo año puede ser satisfactorio pero no es aún sólido. Al margen de los buenos fundamentos de una parte de las economías del área, aquel diagnóstico depende de una serie de imponderables sobre los que estas economías no tienen mayor control.


Estos factores van más allá del anuncio realizado por los organismos multilaterales (como el FMI) sobre próximas revisiones de proyección de perfomances y de la consistencia de las políticas contracíclicas latinoamericanas. En efecto, la solución a la crisis depende esencialmente del comportamiento de las economías centrales, del aporte que puedan prestar las emergentes y del sostenimiento del compromiso general del esfuerzo para el crecimiento adoptado por el G-20.


Sobre el particular el aporte regional será, quizás, más influyente en el escenario subjetivo de la crisis. Es decir, en la generación de confianza cuya erosión califica, en buena parte, la extraordinaria distorsión de los mercados financieros y su comandante imbricación con la economía real (la extrema rigidez de los créditos).


La región tiene un incentivo para contribuir a la creación de confianza: en un contexto de insuficiente coordinación de políticas y, por tanto, de preocupación fundamental por la sobrevivencia de las economías nacionales, esa conducta colectiva contribuirá a no agregar inestabilidad al mercado. Ello ayudará a restaurar el orden económico. Es decir, a que la demanda de dinero sea satisfecha por el mercado financiero (y no por el Estado cuyo esfuerzo ya es extremo) y que su oferta reactive las capacidades productivas y de consumo que permitan la superación del ciclo recesivo de la economía mundial.


Ello requiere de varias decisiones en la región. Entre ellas, las de procurar mayor consistencia en las políticas contracíclicas asegurando la apertura de los mercados, la inhibición en las políticas de cartel (tipo OPEP) y un esfuerzo por incrementar y mejorar los intercambios intraregionales. Todo ello implica un grado de orden al que los miembros de la región no se han comprometido aún.


Por ello entendemos la cancelación de las políticas confrontacionales de los integrantes de la zona de influencia venezolana, la disposición a no formar bloques cerrados por razones políticas o económicas (una tentación presente en las última cumbres regionales celebradas en Brasil) y sensatez para incrementar, sin distorsiones ideológicas, el comercio dentro del área.


Ello puede ser costoso en tiempos en que la necesaria acción del Estado en el mercado puede incrementar la redefinición del interés nacional en términos de conflicto (especialmente en los Estados autoritarios). Pero es imprescindible.Y si lo es, los Estados latinoamericanos más sensatamente liberales (México, Brasil, Perú, Chile y Colombia) debieran procurar mayor influencia que la que hoy ejercen.


De lo contrario, el crecimiento de 1.9% pronosticado por la CEPAL para el área en el 2009 podrá revisarse hacia abajo (esa organización ha anunciado esa posibilidad), el desempleo proyectado de 8.1% podrá aumentar mientras que la segmentación regional podrá ser procurada esta vez no por las potencias hostiles sino por las sistémicas.


En efecto, si la demanda de las economías centrales no se recuperan de la recesión (-- -0.5% en el 2009) y se incrementa el escenario de inestabilidad (la economía global crecerá sólo 1% mientras el comercio internacional se desacelerará a tasas menores del escaso 4.7% logrado este año), las potencias con mejores fundamentos y capacidad de acción contracíclica (Perú y Chile que crecerán 5% y 2% el 2009) y las emergentes más influyentes (México y Brasil que crecerán 0.5% y 2% el próximo año) tendrán más incentivos para la diferenciación individual y, por tanto, para la desagregación regional.


En ese caso, la contracción de los términos del intercambio regional (-7.9% en el 2009 en el área) y la disminución de los ingresos agregados consolidará el tránsito de los superávits fiscales y de cuenta corriente a los “déficits gemelos” que hoy ya son una realidad en la región. Las consecuencias de estos hechos son inaceptables para los países que han hecho un extraordinario esfuerzo para progresar y gestionar bien los incrementos de los precios de sus productos. Peor que ello es no hacer nada internacionalmente sensato al respecto aunque el esfuerzo fuera globalmente marginal.



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