Entre un extremo amenazante (el coercitivo neo-mercantilismo norteamericano) y otro perturbador (la fractura estatal venezolana) América Latina debería protagonizar este año una cierta recuperación económica y mayor convergencia política.
Escapando a un escenario contractivo (-1.4%) la región debería experimentar un tenue crecimiento (1.2%, BM) marcado por mejores condiciones externas y el reflotamiento de sus economías mayores (Brasil debería salir de la recesión, Argentina debería capitalizar la apertura y el ordenamiento económico) aunque México reduciría algo su nivel.
Pero el impulso de estas economías no tendría la fortaleza requerida para generar arrastre (0.5% en Brasil, 1.8% en México) ni su entorno político garantiza que ese mejora sea consistente. Argentina podría ser una excepción (2.7%) a la luz de la creciente confianza de los agentes externos y de mayor inversión. Pero la paciencia pública con el ajuste gradual y las reformas no son inagotables.
Además la corrupción, el descontento popular y la fragilidad institucional explican que la presidencia del señor Temer siga estando en cuestión. Y en México la revuelta social se suma a los costos de la lucha contra el crimen organizado y a la hostilidad del Sr. Trump erosionando el margen político del Sr. Peña Nieto.
Esa situación colocaría a las economías medianas en el rol de locomotoras regionales. Pero Chile crece tenuemente de cara a un proceso electoral sin grandes líderes ni confianza qué destacar. Colombia disfruta de mejores perspectivas económicas que la difícil implementación del acuerdo con las FARC y la persistencia opositora puede aún ensombrecer. Y aunque Perú destaca sobre sus vecinos, dudas sobre el concurso de la inversión y el proceso contra la corrupción mantienen ciertas incertidumbres. En ese marco el empuje interno que necesita la región para multiplicar el crecimiento no parece determinante.
Y aunque Suramérica no es una zona de influencia norteamericana, México sí lo es en las buenas (la evolución del NAFTA que hoy sería renegociado) y en las malas (la desinversión activada por el Sr. Trump y la coacción ya evidente del proteccionismo). Bajo estas condiciones México puede salir de la ecuación del progreso complicando la perspectiva regional y la de sus mejores instrumentos (la Alianza del Pacífico).
Cerrando la pinza norteamericana, el vacado Sr. Maduro seguirá añadiendo petróleo a la pira venezolana complicando la posibilidad de que el gran desastre (una contracción de -11.6%) devenga en un desastre atenuado este año (una contracción de -4.3%) en medio de una escalada confrontacional mientras la región sólo espera.
A estos desafíos América Latina añade el de revertir el fuerte deterioro de su inserción. Primero debe superar el último lugar de crecimiento entre sus pares y la persistente caída de sus exportaciones (-8.5% el 2016). Luego debe reactivar fuertemente sus exportaciones intra-regionales (-15% en 2016). Aunque de tumbo en tumbo la integración diversificadora sigue siendo una necesidad en el área.
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