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  • Alejandro Deustua

América Seguirá Fragmentada

Si en América el orden liberal se esfumó a manos del autoritarismo de izquierda y de la tutela brasileña, hoy la contra-reforma conservadora y ultraderechista regional no logrará un consenso. Por un tiempo, el continente seguirá fragmentado.


En tiempos cambiantes ello no es bueno para el Hemisferio. Y no sólo por el desequilibrio adicional que generan algunas dictaduras que juegan a la multipolaridad (Venezuela) sino por la pérdida de cohesión democrática en Argentina, Bolivia, Colombia y Perú que añade vigor a la anarquía regional.


El resultado de las elecciones en las principales potencias continentales -Brasil y Estados Unidos- podría haber iniciado la recomposición del escenario. Pero, de momento, éstas implican mayor polarización interna sin capacidad de ordenamiento externo.


En Brasil un derechista radical se ha impuesto cumpliendo con el necesario desplazamiento del PT pero en el marco disolución de los partidos de centro (el PSDB y el PMDB). Si el Sr. Bolsonaro no deviene en un conservador serio desligado de su tradición radical, Brasil puede perder su ya débil centro de gravedad.


Para que ello ocurra sus promesas de orden debieran sustentarse en el consenso eficaz de la nueva mayoría atraída. Pero ésta es poliforme, carente de aparato político y apenas cohesionada por la antipatía despertada por el desgobierno de Lula y sus seguidores.


El poder eficaz descansaría en buena medida, entonces, en la sensatez de los poderes fácticos e institucionales.


Entre los últimos está el renovado Poder Judicial que, vía Moro, ha sido seducido por la política, y las fuerzas armadas moderadas que, hoy, buscan la recuperación de capacidades nacionales antes que un orden represivo.


Entre ellas, no aparece, sin embargo, la prensa a cuyos principales medios el presidente electo pretende discriminar. Mala señal.


Ello fortalecerá el rol del empresariado que busca consolidar el retorno del crecimiento pero cuyo entorno corrupto y pasado proteccionista puede no acompasar ni el neoliberalismo del “zar” económico Guedes ni el rol del Sr. Moro.


En lo externo, la emergencia chilena puede ser un término de referencia bilateral. Pero ello puede ir de la mano de un cambio geopolítico en el Cono Sur (luego de una aparente aproximación, el Mercosur no sería una prioridad) y de una mayor fricción con el norte suramericano (Venezuela) y caribeño (Cuba). El rol de Brasil como gran articulador regional tiende a cambiar.


Si ese balance está por definirse, el rol del Brasil en el mundo no pasará por los BRICS (al menos no por Rusia mientras se define los términos de relación con el gran socio chino) y quizás sí por los Estados Unidos del Sr. Trump.


La superpotencia, sin embargo, parece hoy menos un factor de cohesión hegemónica regional que de divergencia. Ésta deriva de su arbitraria política exterior y de su vocación por la polarización interna. El control “demócrata” de la Cámara baja logrado en las elecciones de “medio término” puede servir de contención del “trumpismo” pero no corregirá esa deficiencia mayor.


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