Los miembros del grupo BRIC (Brasil, India, China y Rusia) acaban de sostener en Brasilia una segunda cumbre de escasa difusión y sin mayores resultados. A diferencia de la primera cumbre realizada en Rusia en junio del año pasado, donde los BRIC reclamaron a la comunidad internacional un rol que en los hechos ya tenían, esta vez se han limitado a repetir la agenda sobre la configuración de un nuevo orden.
Si ello ha ocurrido, es posible deducir que la evolución de intereses coincidentes entre estas potencias no ha avanzado mucho en el año transcurrido al tiempo que la inercia burocrática propia de las cumbres podría estar apareciendo en la agrupación a pesar de no contar ésta con una organización pesada.
Esto es lo que se concluye inicial y legítimamente del escueto comunicado de la reunión que el anfitrión (Brasil) no se ha preocupado en publicar adecuadamente y del que agencias, como Reuters, dan cuenta en una versión extraordinariamente concentrada en asuntos económicos. Por contraste, acuerdos sino-brasileños sucritos, previamente a la cumbre, entre empresas de esos países para participar en el desarrollo infraestructural del Brasil merecieron más divulgación.
Ello no implica, ni mucho menos, el anuncio de la conclusión o del debilitamiento del grupo BRIC. Y no podía serlo porque estas potencias emergentes (o reemergentes en el caso de Rusia) sustentan su interés en el logro un sistema internacional de definida estructura multipolar y términos de gobernabilidad global más eficientes e incluyentes, en la agregación de crudo poder (40% de la población mundial, 15% del PBI global –es decir, la tercera potencia económica si los BRIC fueran una unidad-, grandes espacios continentales -cuatro de los cinco BRICs son Estados con la mayor extensión territorial- y amplia y diversa capacidad nuclear -tres de los BRIC son potencias nucleares reconocidas-).
Sin embargo, sobre la base de esta extraordinaria agrupación de capacidades que constituye, per se, una nueva escala en la jerarquía de poder, esa agrupación no ha progresado políticamente en esta oportunidad.
En efecto, sobre la construcción de un sistema multipolar los BRIC no plantean nada que no sea un proceso diplomático. Como es evidente, ése no parece ser el enfoque más apropiado para lidiar con el cambio de la estructura del sistema internacional. Para contrastar ese capitis dimutio puede decirse que entre los intereses de potencias menores, como el Perú, la multipolaridad se registra también como una aspiración que, planteada en términos diplomáticos, no se diferencia mucho de la forma como los BRIC se han referido al punto. Por lo demás, en el ámbito económico los BRIC reiteran lo observado el año pasado sobre la centralidad del G-20 como foro de coordinación económica post-crisis y en torno a la necesidad de procurar una nueva arquitectura para las instituciones de Bretton Woods. Como se señaló en el 2009, ésta deberá ser más inclusiva y distribuir mejor las responsabilidades en el proceso decisorio (el voto) para ganar representativita y recuperar la legitimidad perdida.
El equivalente de ese planteamiento en el ámbito de la ONU es, como no podía ser de otra forma, la reforma del Consejo de Seguridad que debería admitir, como miembros permanentes, a potencias como Brasil.
En tan apretadas conclusiones, los BRIC no parece haber considerado detalles de la reforma financiera global tan necesaria luego de los excesos cometidos por los agentes de los mercados de capitales que contribuyeron sustancialmente a precipitar la crisis.
Sobre el particular tampoco se refirieron a procesos en marcha en los principales mercados como el norteamericano. Como se sabe, las reformas planteadas por el Ejecutivo de la primera potencia tocan aspectos tan importantes del sistema financiero como el establecimiento de un nueva entidad nacional de supervigilancia, mecanismos de previsión de nuevas crisis, un fondo ad hoc que no implica anticipación de nuevos rescates, la reducción del riesgo en las operaciones financieras, la evaluación adecuada de los derivados exuberantes, los resguardos que debe adoptar la banca de inversión como incrementos de capital, mayores y mejores requisitos de crédito y de endeudamiento, mayor transparencia, etc.
Para que los BRIC logren influencia además de reconocimiento de su poder es necesario que se preocupen más explícitamente de los contenidos operativos del orden internacional emergente, que sepan comunicar mejor sus iniciativas y que las coordinen con los países en desarrollo del G20 y de sus respectivas regiones. De otra manera se podría concluir que esa agrupación está más preocupada por su status que por las consecuencias del mismo en el sistema internacional.
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