América Latina (0.1% este año) podría estar cerrando una era de ínfimo crecimiento (0.8% de promedio, TE), el más bajo de los últimos 70 años como sostiene la Cepal.
Pero estos no es sólo un registro estadístico que empieza con la expansión de los 50 del siglo pasado y que atraviesa la “década pérdida” de los 80. Esta vez el decrecimiento se correlaciona con el global (2.5%) y el multiregional. Denominarlo “sincronizado” parece un error si lo que hay es convergencia involuntaria en el deterioro que el próximo año puede no ser mejor.
Peor aún, la OMC, encargada de fortalecer las instituciones del comercio internacional, no sólo está siendo privada de facultades básicas (el Sr. Trump, que prefiere guerras comerciales, ha decidido no designar encargados de resolver controversias), sino que este año ha batido el récord de barreras restrictivas: US$ 588 mil millones hasta octubre). Agréguese a ello la proliferación de acuerdos de libre comercio, que de excepcionales se han convertido en regla, y tendremos como resultado una anarquía que contribuye a explicar la extraordinaria caída de los intercambios (este año crecerían apenas 1.2%) (OMC).
En ese marco, la precariedad de la demanda externa expresada en precios de productos básicos a la baja, pone lo suyo para que nuestras concentradas exportaciones se reduzcan este año (tendencia que puede mantenerse 2020) junto con los términos del intercambio.
Al respecto el comercio intrarregional no ofrece mayor consuelo (en los primero meses del año cayó -7.1% interanual y las importaciones crecieron sólo 1.7% (BID).
Mientras tanto, la deuda global bordea 320% del PBI mundial a la espera de un pinchazo recesivo o de un default con metástasis (que pudiera empezar en Argentina, cuyo riesgo país es estratosférico). La recuperación de la inversión extranjera directa en Latinoamérica no sería suficiente para contener semejante tromba. ¿El índice de confianza del Banco Central mide ese riesgo?.
Para colmo, la COP25 que debiera haber fortalecido por lo menos el mercado de carbono y la reducción colectiva de gases invernadero a 1.5/2 grados Celsius en relación a los niveles preidustriales, ha colapsado como Chernobil. La cooperación que generó el espíritu parisino del 2015 se ha transformado en un fantasma necrofílico.
Este es el marco en que se presentan hoy los reclamos sociales y el ánimo con que la Cepal lo afronta: las circunstancias en el área requieren mayor rol del Estado y políticas expansivas fiscales y monetarias cancelando la opción del ajuste. Aunque el FMI no abandone su sesgo restrictivo, el riesgo de perder legitimidad adicional lo ha llamado a respaldar la pequeña reforma ecuatoriana y los programas sociales de Argentina (que no se conocen bien) y una reforma tributaria como retazo del gran ajuste que la calle rechazó.
¿El “capitalismo inclusivo” del WEF se está imponiendo?. Al margen de su perspectiva estructuralista, la Cepal podría atenuar su nueva posición aduciendo que se trata sólo de un ejercicio de inteligencia emocional.
Comentarios