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  • Alejandro Deustua

¿Cambio estructural o solo crecimiento en América Latina?

22 de agosto de 2005



El reciente Estudio Económico de América Latina 2004 - 2005 de la Cepal (1) que examina el buen desempeño regional de los últimos años ha sido injustamente criticado por reputados comentaristas internacionales (Oppenheimer) debido a su excesivo y autocentrado optimismo. La crítica es injusta no sólo por errada (el estudio tiene evidentes dimensiones comparativas) sino porque obvia las importantes referencias del Estudio a un eventual cambio del patrón de inserción regional en la economía global tanto en términos de comercio como de financiamiento. En todo caso, lo cuestionable en el Estudio es la insuficiente especificidad extraregional que se otorga a la variable comparativa y el relativamente escaso énfasis que se concede al significado estructural del cambio del tipo de inserción.


La base del optimismo cepalino radica en la posibilidad de que hacia el 2006 América Latina consolide cuarto años de crecimiento continuado (4.3% este año, 4% el próximo) equivalente a más de 10% de su PBI. En términos comerciales éste se sustenta en el hecho de que la proyección del incremento exportador e importador de 22.8% y 21.7% este año se enmarca en la tendencia mundial al alza del valor global de la transacciones, de los términos del intercambio y del producto global.


De otro lado, en términos de financieros el optimismo se fundamenta en la realidad de que el incremento de las remesas (18.3% este año), de la inversión extranjera (38.4% equivalentes a US 43900 millones) y de la reducción de la relación deuda/ PBI ( de 43% a 37.5%) se ampara en mayor acumulación de reservas, cuentas fiscales sólidas y superavit de balanza de cuenta corriente que reducen relativamente los requerimientos de financiamiento externo.


Finalmente, en términos contextuales el optimismo de la Cepal se sustancia en el hecho de que, aun bajos condiciones de desaceleración de la economía mundial, la tendencia incremental del comercio mundial no cede; y en el supuesto de que, frente a la eventualidad de una ajuste externo producido por un posible agravamiento de los serios desequilibrios internacionales (el descontrol de los déficits nortemericanos, su impacto en el crecimiento chino a lo que hay que agregar el incremento desmesurado de los precios del petróleo y una fuerte alza de als tasas de interés), la región ha adquirido mayor (aunque insuficiente) capacidad de adaptación.


Como aparece evidente en este resumen, la variable realtiva al contexto externo es explícita en el Estudio. Por tanto, afirmar que éste carece de una dimensión referencial es sencillamente inexacto. Más aún cuando la Cepal alerta sobre la vulnerabilidad de la economía regional al incremento de la incertidumbre ambiental y, en ese ámbito, destaca la insuficiencia del crecimiento para absorber adecuadamente una población económicamente activa que, a diferencia de los países desarrollados, continúa creciendo ostensiblemente (2.5% anual).


Pero si esta específica crítica es inexacta, su preocupación implícita –la marginalidad del fenómeno de la competencia extraregional como variable necesaria para la evaluación de la perfomance regional de largo plazo- es tan fundamentada como real.


Es fundamentada porque si bien el Asia .-y específicamente, la China- es un reconocido motor del crecimiento global cuya erosión impactaría negativamente en América Latina, la relación comercial con ella está generando un nuevo tipo de comercio “Norte-Sur” cuyo fundamento -la exportación de materias primas e importación de bienes industrializados- no es el mejor para la región aunque los términos de intercambio no desmejoren (las importaciones de China son baratas).


Y es real porque la extraordinaria y sostenida perfomance china desvía inversión y potencial transferencia tecnológica hacia el otro lado del Pacífico agravando la condición marginal de América Latina que, hasta los años 50 (s XX), fue el primer destinatario de estos flujos provenientes de los países desarrollados. En un contexto global donde el incremento de la productividad debe ser adecuadamente acompañado por el mayor incremento de la competitividad para generar desarrollo, el “factor asiático” ahora intensificado por el “factor chino” como competidor por recursos externos es condicionante, en este caso negativo, de los términos de nuestra inserción global. Ello ciertamente afecta el potencial de la perfomance latinoamericana.


De otro lado, si el tipo de inserción generada por un incremento del comercio exterior es calificada por un incremento sustancial de la exportación de bienes manufacturados (alrededor del 30%) y si los términos de intercambio, gracias al incremento de los precios de las materias primas, devienen en positivos, uno de los fundamentos básicos de la generación de dependencia por esta vía está siendo fuertemente cuestionado. Más aún si la vulnerabilidad frente a la inestabilidad del financiamiento externo se reduce considerablemente por el mejoramiento del perfil de la deuda, el incremento del ahorro nacional derivado del equilibrio macroeconómico y el incremento del ingreso de divisas por exportaciones y remesas.


Si este fenómeno, que se manifiesta en la última década (aunque el origen del cambio es anterior) y no sólo en los últimos cuatro años, tiene un carácter sistémico estaríamos contemplando una inserción estructural menos dependiente y, por tanto, más autónoma en el paradójico marco del incremento de la interdependencia. Pero si es sólo cíclico (cuestión que será quizás resuelta por la forma cómo termine el actual proceso de expansión) otra deberá ser la conclusión.


Debido a la importancia fundamental de esta consecuencia, el estudio de la Cepal debió haberla considerado teniendo en cuenta que su connotación estructural afectará la políticas a seguir. En efecto, si el crecimiento real es sólo insuficiente y el beneficio de los ingresos de divisas no se dispersa adecuadamente al conjunto de del proceso de producción, basta recomendar mayor ahorro, mayor inversión y políticas cambiarias que no presionen la inflación para consolidar la perfomance, absorber la PEA y disminuir la vulnerabilidad externa.


Pero si estamos frente a un cambio estructural en marcha, la necesidad de culminarlo debe acompañar al intento de consolidar la perfomance. Ello requerirá ciertamente de políticas más decididas para la diversificación de la producción, mejorar la generación y absorción de tecnología, profundizar los mercados de capitales locales y garantizar la escala necesaria a nuestros productores. Pero también de mejorar las condiciones de competencia extraregional de nuestras economías y de un mejor acceso a la definición de los principios que gobiernan el comercio y el financiamiento internacionales.

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