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  • Alejandro Deustua

China-Asean: Desafío y Estímulo

A pesar de que la crisis económica ha inhibido las tendencias globales a la integración, ésta no ha impedido que aquellos procesos regionales fundados en acuerdos previos se perfeccionen.


Este ha sido el caso de la Unión Europea con la entrada en vigor del Tratado de Lisboa que, a pesar de las indefiniciones de su transición, perfeccionará institucionalmente la unión económica y avanzará en la unión política. Y también los el del acuerdo de libre comercio entre China y la Asean que ha procedido, desde el primer día del año, a la desgravación de sustancialmente todo el comercio (90% de las partidas).


Estos avances tendrán consecuencias importantes en el desarrollo de las políticas exteriores y seguridad de Occidente (la UE se orienta a organizar de manera más cohesiva la de su bloque mientras las políticas exteriores de sus Estados miembros se readecuarán a lo que dispongan sus intereses nacionales). Pero también tendrán consecuencias geoeconómicas mayores en el Pacífico.


En efecto, la activación de la zona de libre comercio generada por el acuerdo de entre la ASEAN y China suscrito en el 2002, confirmará la dimensión de esa zona como la tercera después de la Unión Europea y del NAFTA, incrementará la importancia del comercio intrarregional en el Asia en relación al comercio mundial y fortalecerá la participación China en el mercado asiático (vigorizando, por tanto, su influencia y rol en esa región y en el mundo).


Al respecto debe tenerse en cuenta que el comercio dentro de esa zona se ha incrementado más de tres veces entre el 2003 y el 2008 (de US$ 59.6 mil millones a US$ 192 mil millones) (IHT). Ese flujo adquirirá aún más dinamismo con la eliminación de 90% de los aranceles entre China, Indonesia, Tailandia, Filipinas, Singapur, Malasia y Brunei desde ese el 1 de enero pasado. Y aún más cuando ese proceso de liberación sea seguido, en el 2015, por los más recientes integrantes de la Asean (Camboya, Laos, Viet Nam y Myanmar).

Aunque a la Asean sólo pertenece uno de los NICs (Singapur) que, habiendo sustentado su desarrollo en el comercio exterior (sus exportaciones equiparan a su PBI), tienen mayor inserción con el mundo, el aporte chino a ese asociación le permitirá reemplazar a Estados Unidos como tercer socio comercial de la misma luego de Japón y de la Unión Europea. Éste es un cambio mayor no sólo porque la estadounidense sigue siendo la primera economía del mundo sino porque un desplazamiento de esta naturaleza es señal de la menor influencia relativa de la primera potencia en el Asia.


Y también porque la relación China-Asean fortalece la dinámica creciente del comercio intrarregional asiático (que se ha incrementado de 30% en 1990 a más del 40% en el 2006 según el FMI llegando, según algunas fuentes, a 45%) y porque incrementa la creciente participación del Asia en el mercado mundial (que ha pasado de 21% en 1990 a 34% en el 2008 según el FMI al tiempo que esa región fue responsable del 40% del crecimiento del comercio global en ese año).


Mientras ello ocurre, la crisis económica y la polarización ideológica entre los Estados latinoamericanos bloquean el potencial de integración que no sea el segmentado (tipo ALBA) o el infraestructural.


De allí que iniciativas como la del Arco del Pacífico deben estimularse superando de una vez su precario enfoque tecnocrático. En efecto, el Arco tiene hoy un rol estratégico fundamental para América. Éste se deriva de su capacidad de organizar una zona de libre comercio que incluya desde Canadá hasta Chile (salvo algunas excepciones) y de fortalecer el sistema interamericano al tiempo que las economías de escala consecuentes permitirían competir con el Asia y aproximarse a ella.


Esta realidad haría aún más viable con la incorporación de Perú y Estados Unidos al P 4 (Chile, Nueva Zelanda, Brunei y Singapur) o con un acuerdo de libre comercio con Autralia. Este rol se fortalecería, regionalmente, con el interés de Brasil en los países el Arco y, globalmente, con una mejor inserción del Arco en Occidente a través de la convergencia de acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y la Unión Europea. Este marco compensaría las trabas al comercio intrarregional suramericano y lo estimularía subordinando el bloqueo ideológico que plantean los países del ALBA.


Al respecto, y pesar de la crisis, no podemos seguir esperando. Y menos cuando los cambios que sobrevendrán van haciéndose cada vez más visibles.



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