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  • Alejandro Deustua

Consideraciones Sobre la Iniciativa del Arco del Pacífico Latinoamericano

Hace un buen tiempo que el fraccionamiento regional hizo más visibles a los países latinoamericanos que mantienen economías abiertas y sistemas políticos liberales, que han suscrito acuerdos de libre comercio con Estados Unidos y que se ubican en la cuenca del Pacífico. En consecuencia, la iniciativa de incrementar la coordinación entre ellos sólo es una tarea de coherencia política.


Si ésta es una de las razones que ha llevado al Canciller García Belaúnde a realizar una visita de trabajo a México, pues ésta es una misión que debiera tener el éxito que corresponde a aquella situación de convergencia. Pero para que el emprendimiento sea verdaderamente innovador y no corra el riesgo de incurrir en otra exuberancia diplomática derivada de la afición a construir "arquitecturas" subregionales como señal de fertilidad política, ésta debiera incluir a todos los ribereños del Pacífico que tengan las características mencionadas.


Si en esa lista, además de México, Perú, Colombia y Chile, se encuentran todos los países centroamericanos, pues todos ellos debieran ser convocados con el propósito de lograr una mejor inserción en la cuenca del Pacífico y una mejor relación con Estados Unidos. Cualquier discriminación atentaría acá contra los fundamentos del espíritu de coordinación mencionado, debilitaría la mejor articulación de los mercados involucrados y adelantaría ineficiencia en la cooperación política que pudiera derivarse entre los Estados correspondientes.


Es más, si el ánimo incluyente debiera caracterizar la iniciativa que explora el Canciller en México, éste no podría cerrarse completamente a la participación futura de Estados del Pacífico suramericano que hoy optan por la exclusión del liberalismo y por la negativa a la negociación comercial con Estados Unidos en tanto éstos podrían cambiar de opinión mañana (éste es el caso de Ecuador).


Y tampoco podría esa iniciativa cerrar las puertas a una coordinación estandarizada o ad hoc con uno de los generadores de las características que fundamentan al grupo: los Estados Unidos. La razón es muy sencilla: los criterios articuladores de la iniciativa no están vinculados a la capacidad de poder de sus eventuales miembros ni a la formación de una identidad continental latinoamericana. Todo lo contrario, los criterios se basan en una calidad geográfica de vocación extraregional (la articulación marítima en la cuenca del Pacífico) y en la afinidad de sistemas políticos y económicos (Estados democráticos y economías abiertas) en América.


Por tanto, éstos no debieran dejar de lado a la primera potencia por temor a su influencia o a su cultura y mucho menos hacerlo como reacción al ALCA o la percepción de su fracaso como lo ha dejado entrever el Canciller (finalmente, la agrupación de que tratamos es un producto marginal, a través de negociaciones bilaterales, de esa iniciativa hemisférica).


De suscitarse esa exclusión por razones que no nacieran de la negativa norteamericana, los gestores de la iniciativa estarían haciendo una innecesaria concesión a los opositores radicales al ALCA, a todo vínculo con la primera potencia y al liberalismo en cualquiera de sus formas (el caso de Venezuela). Pero además de ello, estarían olvidando una condición geoeconómica esencial a la agrupación emergente: si los Estados Unidos es para todos sus miembros el primer socio económico regional y el primer destino exportador (el caso de Chile podría ser menos determinante al respecto), es el mercado estadounidense (además del interregional) el que brinda hoy sustento económico a la condición geográfica de los Estados ribereños del Pacífico latinoamericano.


Es más, el buen uso de esa afiliación agregará poder de negociación y de acceso a los mercados transpacíficos (hoy tan distantes y difíciles de penetrar) en el marco de la APEC. Especialmente en el marco de una cumbre como la que se realizará en el Perú el 2008 que reunirá en Lima a los Jefes de Estado que representan el 48% del comercio y el 53% del PBI mundial. La razón es muy fácil de entender: países (o economías) pequeños y medianos lograrán una mejor inserción extraregional si se asocian con países y economías mayores con esos propósitos.


Finalmente, la dimensión marítima del Arco del Pacífico ciertamente debería tener un complemento continental. Sin embargo, la dimensión de integración de este complemento geopolítico debe definirse principalmente por la función articuladora de los países del Arco con el mar antes que por la de ser un ingrediente más de los mecanismos tradicionales de convergencia continentales. De esta manera, el acceso del Brasil al Pacífico, debe ser activamente promovido como un complemento sustantivo del Arco en el sentido de que éste otorga a la potencia regional una segunda condición oceánica que éste compensa con el enriquecimiento marítimo del heartland suramericano. Pero la definición marítima del Arco no debe disolverse por el peso que tenga en él su proyección continental.



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