Por costumbre o fe en Navidad se exalta la esperanza. Pero no al punto de desligarnos de la realidad. Si al término de un año terrible se ha progresado en el combate de la pandemia y las crisis asociadas, en 2021 mejoraremos…pero seguiremos enfrascados.
Y no sólo porque el virus haya incrementado hoy el riesgo de contagio sino porque éste ha puesto en cuestión los términos de la sobrevivencia nacional, evidenciado las carencias del Estado como principal agente de respuesta y reducido nuestras capacidades de defensa y de inserción externa. El proceso de recuperación de este daño inmenso será largo y disparejo.
Recordemos. Durante el primer semestre el número de fallecidos en el Perú en proporción a la población total estuvo entre los mayores en América y el mundo. En ese escenario, la amenaza de la anarquía se reflejó en el nombramiento sui generis del 4º presidente en 4 años, el conflicto entre poderes puso en jaque a la República, la debilidad institucional redujo la capacidad de mantener el orden interno (conflictividad social al alza y crisis de la Policía) y de atenuar la desinserción externa (Cancillería redujo su agenda, debió aumentar la coordinación intersectorial y confundió como logro una cuestionada negociación sobre aprovisionamiento de vacunas antiCovid mientras los agentes privados perdían conexión con exportaciones cayendo -20% en los primeros 9 meses).
No dudamos de la seriedad optimista del BCR o la CEPAL sobre un recuperación en “V” (11.1% y 9.1%, respectivamente). Pero el retorno a nivel pre-pandemia requerirá algo más que un “alineamiento de astros” si se considera la complicación estructural de la crisis expuesta.
Al respecto, las proyecciones globales de un crecimiento de 5.2% (con gran impulso chino) y de 7.2% del comercio internacional en 2021 son estimulantes pero pueden resultar sólo esperanzadoras para el Perú y la región si se considera que el comercio intrarregional ha caído por debajo del global (enfriando la alternativa de integración), que la Alianza del Pacífico ha perdido un pilar de cohesión natural -su consistencia democrática-, que la nueva competencia de Brasil y Argentina por influencia en la región se ha reflejado en la elección del MAS en Bolivia, que la dictadura venezolana sigue horadando la estabilidad en el área mientras la capacidad cohesionadora de Estados Unidos no repunta.
En ese escenario fragmentado, la debilidad estratégica suramericana se agudiza mientras China le otorga un nuevo sesgo extrarregional sin contrapeso occidental (financiero o de otro tipo). Ese sesgo se encuadra en un creciente conflicto sino-norteamericano y la desvinculación consecuente que adelanta en el Perú erróneas propensiones de neutralidad y no alineamiento desprovistas de sensata racionalidad y de presencia nacional en el Pacífico y en la Amazonía.
Por lo demás nuestra vocación multilateral sigue siendo declarativa mientras los regímenes internacionales pierden eficacia.
Sin contar otros riesgos, tal escenario complicará el crecimiento y la inserción del Perú.
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