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  • Alejandro Deustua

Discutiendo La Tesis De Bernanke

El presidente del FED Ben Bernanke ha replanteado la tesis de la responsabilidad del exceso de ahorro externo como causante de los desequilibrios económicos globales (IHT). La redefinición de ese planteamiento implica hoy algo más que restar importancia al exceso del consumo norteamericano en la generación de los desequilibrios económicos globales.

El planteamiento sugiere que el exceso de ahorro externo también es un causante principal de la actual crisis financiera. Si la tesis es sustentable supone también la disolución de la responsabilidad norteamericana en la responsabilidad de las economías emergentes superavitarias y en la de los productores petroleros. Si ello fuera así, también implicaría que estos actores debieran ser parte de la solución. La disposición a permitir esto último, sin embargo, no parece tan diáfano en el planteamiento del señor Bernanke.


Veamos. Antes de atacar la crisis generada por el relajamiento extraordinario de los créditos hipotecarios en Estados Unidos y su impacto en la economía real (la norteamericana y la global) reduciendo la tasa de referencia como es usual en estos casos, el presidente del FED ha preferido postergar la realización de esa expectativa generalizada. Al hacerlo parece estar otorgando un rol autocorrectivo a los mercados. Y al plantearlo en la Unión Europea, ha avalado la política del Banco Central Europeo que ha preferido concentrarse en prevenir la inflación y, por lo tanto, en mantener intactas las tasas de interés mientras genera confianza mediante incremento de la oferta monetaria.


Con ello el FED anuncia que no está dispuesto a corregir lo que los excesos del sector privado ha causado y que, en esencia, prefiere mantener el curso de la economía confiando esta vez en motores del crecimiento que no sean los Estados Unidos. Uno de esos motores es el europeo que ha corregido la proyección de crecimiento de la eurozona de 2.6% a 2.5% y de 2.9% a 2.8% para el conjunto de la Unión (IHT). Este escaso recalibramiento indicaría que la crisis ya está siendo superada en aquel mercado que algunos insten en definir equivocadamente como vetusto, anacrónico y postergado por el nuevo emporio de la cuenca del Pacífico.


Tal muestra de capacidad de recuperación en una región vital de la economía global confirmaría al señor Bernanke que no es necesaria una intervención mayor (aunque próximamente se produzca la rebaja de la tasa de referencia norteamericana en un cuarto de punto o más). Si ello es así, se ratificaría la propuesta de que son los propios actores del mercado, en este caso las economías superavitarias antes que los reguladores, los que deben consumir más y ahorrar menos.

Para que ello ocurra esos actores no sólo debieran apreciar sus monedas (como en el caso de China) sino buscar otras formas productivas de emplear el exceso de liquidez que no sea la de invertir desmesuradamente en activos financieros de economías centrales. Esta última práctica, sostiene Bernanke, es responsable principal del exceso de liquidez en los mercados globales (especialmente en el norteamericano), de la consecuente reducción de intereses y del resultante exceso de crédito. Ese encadenamiento de hechos económicos ha llevado a la crisis hipotecaria en la primera economía del mundo y también y a la desmesura especulativa que impulsó inextinguiblemente la propensión a comprar activos. La burbuja de bienes raíces y una nueva burbuja financiera fueron las consecuencias de esas malas prácticas.


Y éstas tiene responsables, como ya se ha dicho: antes que los consumidores norteamericanos (cuyas compras favorecen las exportaciones asiáticas y europeas) son los países emergentes con extraordinarios superávits por exportaciones y los países petroleros que no saben qué hacer con su riqueza.


En una interpretación particular de la tesis del presidente del FED sólo estaríamos entonces frente a una nueva manifestación de la "exuberancia irracional" de los especuladores bursátiles referida por Alan Greenspan en la crisis de principios de siglo y también frente a una reedición de la abundancia de dinero reciclado a través de bancos como en el caso de los petrodólares de la crisis de los 70. En ello no habría nada nuevo, por tanto, si esta vez no hubiera aparecido un nuevo tipo de agente irracional: el Estado como agente financiero (la China, los países petroleros) que invierten directamente parte de sus excedentes comprando papeles en el mercado (especialmente bonos del Tesoro). Ello contribuye a elevar los precios de esos activos y también a reducir los rendimientos y, por tanto, los intereses.

Por lo demás, si el señor Bernanke concede que Estados Unidos tiene la obligación de reducir su déficit de cuenta corriente para ayudar a corregir la situación, esa obligación llega sólo al punto en que el déficit sea sostenible. En consecuencia, los otros actores relevantes de la economía mundial deben contribuir abriendo más sus mercados e incrementando sus importaciones. Así la solución de largo plazo de la crisis financiera pasa por corregir los balances globales de la economía real de manera limitada y distribuida. Para ello se requiere según el presidente del FED mayor cooperación interestatal.

La pregunta al respecto es si esa cooperación implica algún grado de coordinación financiera en el G8 como ocurrió, razonablemente, en la década de los 80. La pregunta parece cándida pero deja de serlo cuando la evidencia muestra una indisposición alarmante entre las economías mayores (y del FMI) a establecer regímenes de control de crisis (una obligación varias veces postergada). Si la interrogante se responde negativamente, se estaría confirmando la indisposición norteamericana a contribuir a regular los mercados de capitales aún cuando éstos evidencien malas prácticas sistemáticas y desbordes que arruinan el crecimiento de la economía global que es indispensable para el crecimiento de las economías menores.


Esta conclusión no es indiferente para el Bernanke. Finalmente, él concluye que en el largo plazo no es sano que las economías emergentes exporten (tantos) capitales a las economías mayores a través de los referidos mecanismos de inversión especulativa. Nosotros estamos de acuerdo. Antes que financiar el déficit norteamericano es indispensable que el capital de las economías pequeñas y emergentes se reinvierta principalmente en sus propios mercados.


Pero a ello agregamos que también es indispensable establecer mecanismos globales de regulación razonable de los mercados financieros cuando éstos conduzcan a malas prácticas. Si estas prácticas generan impedimentos sistemáticos a la formación de mercados de capitales profundos en los mercados emergentes por redireccionamiento especulativo de esos capitales a las economías mayores, aquéllas debieran ser inhibidas mediante regulaciones globales (especialmente cuando los rendimientos en las economías locales son ostensiblemente mayores que en las centrales).


Y si ese redireccionamiento no puede prohibirse, bien se podrían estimular en las economías mayores instituciones de reinversión de capitales en las economías menores cuando los desequilibrios sean manifiestos Ello requiere el concurso de todos los actores relevantes. Y éstos ciertamente superan a los miembros del G8.


Pero éste es el escenario de largo plazo. Si ahora se requiere un estímulo al crecimiento que evite una recesión en la primera economía del mundo, lo responsable es reducir las tasas de interés más allá de la discusión sobre si la responsabilidad es la del exceso de ahorro externo o la del exceso de los consumidores norteamericanos.



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