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  • Alejandro Deustua

Ecuador: Diluyendo Incertidumbres

Durante su reciente visita oficial al Perú la Canciller de Ecuador, María Fernanda Espinosa, ha transmitido una esperada señal de confianza y de disposición cooperativa indispensable para la buena relación bilateral.


Este mensaje debe ser especialmente apreciado teniendo en cuenta la sensación de incertidumbre externa que transmite el proceso de cambios internos en Ecuador, la ausencia de mención al Perú en el programa de gobierno original del Presidente Correa, la especial distinción que su gobierno parece otorgar a la proyección venezolana en la región y la erosión de confianza generada por vecinos que promueven fricción fronteriza.


Al margen de cualquier significación retributiva que desee otorgársele a la visita de la Canciller Espinosa en torno a las expresiones de buena voluntad dirigidas por el Presidente García al Presidente Correa, el hecho más destacado de esta visita es el señalamiento de la dimensión de Estado que ambos países otorgan a su política exterior bilateral. Si ésta se concentra en la ejecución de los acuerdos de paz de 1998, el desarrollo de la integración fronteriza, la institucionalización de mecanismos de coordinación y consulta política a través de los sectores de Relaciones Exteriores y de Defensa y a la integración económica bilateral, la redundancia ciertamente es bienvenida.


Aunque no sabemos con qué profundidad, el hecho es que estos puntos, entre otros, han sido detalladamente considerados en las reuniones de trabajo entre los cancilleres peruano y ecuatoriano. Y aunque quizás faltara mayor decisión para cooperar en materia de seguridad (especialmente contra el narcotráfico y el terrorismo), mayor concreción en la promoción del comercio y de la inversión conjunta o una visión hemisférica que agregara valor a la ritual referencia a la integración regional, el hecho es que el examen del detalle de la relación bilateral ha servido para establecer una agenda de trabajo de largo plazo que beneficiará a ambos Estados en el inestable contexto actual.


Como parece claro, los ámbitos de mayor potencial en la generación de confianza e integración entre las partes son los concernientes al desarrollo fronterizo y a la consolidación de la paz. En el primero, el ejercicio conjunto de obtener mayor cooperación externa ad hoc resultará en mayor cohesión bilateral proveniente de la satisfacción de necesidades básicas a ambos lados de la frontera si es que los gobiernos de ambos de ambos países realmente se esfuerzan en esa tarea (la tendencia a la pérdida de intensidad en el esfuerzo luego de la obtención de los primeros resultados es un riesgo que debe superarse). Los beneficios correspondientes se multiplicarán si se logra un mayor impulso de la cooperación internacional que ayude a superar la brecha entre lo prometido en 1998 (que bordeaba los US 3 mil millones) y lo obtenido (que, nueve años después, no llega a US$ 600 millones).


Esa tarea debe tener sostenerse en dos pilares: la culminación de las tareas de desminado fronterizo (que, a pesar de su entusiasta esfuerzo inicial y de su marco jurídico internacional, aún no concluye) y la culminación de los proyectos de integración física (que, en el acápite vial, avanza a un ritmo menor del esperado y que en integración energética podría tener una mayor dimensión cooperativa).


En los que se refiere a los compromisos pendientes del acuerdo de 1998, la elaboración de un cronograma de cumplimientos ciertamente incrementará el buen ánimo entre las partes. Pero, al respecto, nada superará a la instalación de los centros de comercio y navegación sobre el Amazonas. Ello requerirá una adecuada divulgación de los beneficios concretos que tales centros aportarán a la región y la realización de los estudios de factibilidad que ya debieran haberse efectuado.


En el ámbito de la integración económica el mayor aprovechamiento del mercado peruano por los empresarios ecuatorianos que por los peruanos en Ecuador aunque innecesariamente asimétrico es beneficios para ambas partes. Pero lo sería más si la balanza se equilibrara (Ecuador también obtiene mayores beneficios del mercado andino que el Perú) y si la parte peruana participara más agregando valor a la relación a través de emprendimientos conjuntos.


Estos desarrollos empresariales aumentarán conforme Ecuador incremente su interés de pertenecer a la APEC, se adhiera con mayor decisión al planteamiento del arco del Pacífico latinoamericano e ingrese a las negociaciones con la Unión Europea. Ello abrirá nuevos horizontes a una integración regional siempre limitada por obstáculos políticos renovados entre los que hoy se encuentra el creciente antinorteamericanismo económico y estratégico.


Uno de esos obstáculos es el ALBA y su impacto en los esquemas andino y del MERCOSUR y en la buena relación hemisférica. El Perú debe hacer los esfuerzos necesarios para que Ecuador no quede atrapado en una red infértil, hostil y excluyente como esa. La visita de la Canciller Espinosa debe constituir al respecto un punto de partida además de reestablecer la confianza en el necesario impulso de la relación bilateral.



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