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  • Alejandro Deustua

Efectos Directos y Colaterales de las Sanciones Económicas a Rusia

4 de marzo de 2022


Las sanciones económicas son medidas coercitivas que pueden ser o no instrumentos de guerra. Su eficacia parece estar vinculada a la asimetría de poder entre quien las imponen y el que es objeto de ellas. Y si éstas se proponen cambiar, en el corto plazo, la conducta del afectado, ciertamente no pueden catalogarse como “poder blando” y sí como instrumentos complementarios o alternativos al uso de la fuerza.


Las sanciones impuestas por Estados Unidos, los miembros de la Unión Europea, Japón y Canadá a Rusia por la brutalidad con que esa potencia se comporta en la invasión de Ucrania son, efectivamente, un instrumento de guerra en la que Occidente se ha visto envuelto por la agresión rusa. Éstas han sido coordinadas preliminarmente en el G7, para lograr que Rusia atenúe sus excesos, eventualmente adelante el cese al fuego y considere el retiro de sus fuerzas.


Si se considera que quienes las han impuesto son, individual (en el caso de Estados Unidos) y colectivamente, un poder superior al ruso y las medidas son potentes, deberían poder lograr, en alguna medida, sus propósitos.


Éstos consisten en erosionar la capacidad y el poder efectivo de Rusia en el corto y largo plazo. A estos efectos, los medios elegidos son la exclusión rusa del sistema de reporte y registro de transacciones globales (el SWIFT o Society of Worldwide Interbank Financial Telecommunicartions), el congelamiento de activos externos rusos (privación del acceso a las colocaciones de sus reservas en el sistema bancario occidental, al fondo de reservas ruso de emergencia y a los depósitos de banco públicos y privados rusos en el exterior); el control de exportaciones a Rusia (especialmente las de insumos tecnológicos de la industria avanzada, militar y espacial) y la afectación internacional de empresas públicas y privadas y de la élite rusa (los multibillonarios de extraordinaria vinculación con el Kremlin).


En su conjunto estas sanciones han sido consideradas “históricas” por la ausencia de precedentes contemporáneos en búsqueda del aislamiento de una potencia. Pero han sido denominadas en los medios como la “movida nuclear” financiera contra la economía rusa.


Al respecto, el canciller Lavrov ha comentado que Occidente debe saber que la respuesta a esa medida podría implicar también una escalada nuclear. Como se sabe, la retaliación a las medidas económicas coercitivas pueden no ser proporcionales ni del mismo género.


Coincidiendo con esa apreciación, las fuerzas rusas en terreno ucraniano han tomado, a sangre y fuego, la central nuclear más grande de Europa (Zaporiyia, situada al sureste Kiev). El riesgo colectivo que han generado las tropas rusas en ese asalto sólo puede obedecer a una extraordinaria ignorancia de lo que hacían o a órdenes expresas de la autoridad militar. No se puede descartar, entonces, que esa acción, que ha sido definida como una acción de terrorismo nuclear, sea la retaliación física a las sanciones que Rusia no puede responder en el ámbito económico.


Estamos, por consecuencia, en una escalada del conflicto que demuestra hasta qué límites (si lo hay) podrían llegar las autoridades rusas reaccionando a dos efectos de las sanciones.


En el corto plazo, tales efectos son la gran devaluación del rublo (30% en los primeros días de las sanciones con posibilidad de llegar a 70% según algunas fuentes con el agravante de una mayor inflación a la preexistente -casi 20% desde 9% anterior-) y cierre total de la bolsa de valores que no ha impedido una corrida bursátil (los inversionistas, especialmente los extranjeros, se apuran en vender sus activos rusos incluyendo a los inversionistas en empresas de gas y petróleo como BP, Schell y Exxon).


Y en el largo plazo, las sanciones pueden erosionar las capacidades económicas rusas en tanto privarían de posibilidades de desarrollo ulterior a los sectores más avanzados de la economía.


En resumen, si las medidas impuestas contra Rusia son necesarias también implican costos para quienes las imponen y para terceros. Si aquéllas afectan el curso de la guerra disminuyendo el potencial del agresor, implica también erosión del potencial de producción de bienes de gran peso en los mercados como el petrolero (cuyos precios ya han escalado por encima de US$ 100 el barril y subirán más) y de alimentos (Rusia y Ucrania suman el 30% de la oferta de trigo mundial que se verá afectada por la guerra). Ese incremento afectará a la economía global mientras que Rusia no podrá disfrutar de mayores ingresos.


De otro lado, si el recurso obligado a las sanciones colectivas implica castigo a los ciudadanos y autoridades rusas, el desgaste consecuente de los regímenes financiero y de comercio globales de impacto global será patente.


Los costos de los actores en el escenario de la invasión rusa no sólo son ya visibles sino que se sentirán también en regiones periféricas (especialmente, en las importadoras de esos bienes) mientras los canales de libre flujo de capitales se habrán estrechado. De ello debemos estar al tanto para, en ese marco, poder prestar mejor nuestro aporte.


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