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  • Alejandro Deustua

El Acuerdo Iraní: Un Primer Paso, una Esperanza y Quizás un Nuevo Régimen Nuclear en Medio Oriente

El acuerdo logrado entre el P5+1 (los miembros del Consejo de Seguridad más Alemania) e Irán para contener el programa nuclear de esta potencia a cambio de una reducción progresiva de sanciones es un acuerdo interino que prefiere ser llamado Plan de Acción. Su objetivo es lograr una solución comprehensiva de largo plazo sobre la materia.


Ese objetivo parece albergar más un régimen que ordene una versión regulada del programa iraní que reduzca de manera significativa las posibilidades de su uso militar antes que su terminante cancelación (el programa de uso civil permanecerá).


Según este acuerdo en los próximos seis meses Irán deberá “voluntariamente” dejar de enriquecer uranio a niveles superiores al 5%, reducir el stock de uranio ya enriquecido al 20% (diluyendo alrededor de la mitad a no más del 5%), no progresar en los trabajos de las plantas de enriquecimiento de Natanz y Fordow ni en el reactor de Arak (alguna de las cuales pueden tratar plutonio) y no construir nuevas centros de procesamiento (centrífugas).


Además Irán admitirá el monitoreo intenso de la Organización Internacional de Energía Atómica de esos centros de procesamiento.


A cambio, en estos seis meses, la comunidad internacional suspenderá las sanciones sobre las exportaciones petroquímicas iraníes, facilitará su acceso al oro y los metales preciosos (retenidos) y dejará de obstruir la industria automotriz iraní y las licencias de aprovisionamiento de repuestos para aeronaves. Además se hará una pausa en la reducción adicional de las exportaciones de petróleo iraní, se permitirá la repatriación de un cierta cantidad de fondos congelados (The Economist estima al respecto unos US$ 7 mil millones), no se aplicarán nuevas sanciones (una referencia a Estados Unidos y la Unión Europea) y se permitirá el “comercio humanitario” para satisfacer las necesidades internas iraníes.


Finalmente, la “solución comprehensiva” a negociarse luego de un año de suscrito el acuerdo interino deberá ser de largo plazo y reflejará tanto las obligaciones y derechos del Tratado de No Proliferación como las salvaguardas acordadas complementariamente. Además levantará todas las sanciones contra Irán, comprenderá un programa de enriquecimiento cuyos parámetros serán mutuamente acordados, aclarará las dudas que presenta el reactor de Arak y comprometerá obligaciones de transparencia, monitoreo y de cooperación nuclear (1).


Si bien todo acuerdo que suponga la flexibilización de la posición iraní sobre la obtención capacidad de enriquecimiento de material nuclear es un avance hacia la eliminación de una amenaza mayor en el Medio Oriente y el mundo, el acuerdo interino es sólo el primer paso hacia un objetivo aún incierto. De ninguna manera se trata del “fin del principio” (la referencia churchilliana a la victoria aliada sobre Rommel en El Alamein) como algún analista ha querido referirse a la materia.


Y menos cuando el objetivo del “acuerdo comprehensivo” no está claramente determinado (la “solución” no se define en términos que impliquen con certeza la cancelación de la capacidad militar nuclear iraní aunque sí se refiere al Tratado de No Proliferación que prohíbe la adquisición de esa capacidad a los que no la tienen), ni los compromisos iraníes son obligaciones perentorias (se trata de acciones “voluntarias”), ni el acuerdo final establece qué se entiende por “largo plazo” (¿una determinada de años como diferente de plazo indeterminado?) ni qué sucederá “después” de él.


Mientras tanto, parece claro que Irán podrá seguir enriqueciendo uranio hasta 5%, mantener su “know how” sobre el proceso posterior y no comprometer las capacidades existentes.


En otras palabras, hoy no se ha decidido sobre el problema principal: el uso militar de la tecnología nuclear iraní ni sobre su futuro. Al respecto sólo hay un compromiso de negociar la materia dentro de un año en tanto se cumpla con lo acordado ahora.


Y para agregar un grano de ambigüedad al asunto, la parte que representa a la comunidad internacional es denominada P5+1 por Estados Unidos (y por el Perú, que apoya el acuerdo) y “E3+3 por la Unión Europea (los miembros del Consejo de Seguridad más Alemania y uno “1” adicional: la Unión Europea (representada esta vez por la Comisión) sugiriendo imprecisión en el titular comunitario.


A esta cantidad de candados abiertos se ha referido Israel al calificar el acuerdo como un “error histórico”.


¿Lo es? Sí, si el interlocutor es un enemigo declarado, un agente proliferador y un promotor del terrorismo que no cumplirá lo que pacta. No si ese sujeto hostil gobernado teocráticamente está decido a cambiar de conducta.


¿Está Irán decidió a alterar sustancialmente su comportamiento? No si nos atenemos sólo al hecho de que un teócrata menos radical haya asumido el gobierno de esa potencia. Y menos si, como recuerda The Economist (que apoya el acuerdo), en el núcleo de ese Estado permanecen instituciones fuertemente militaristas y antioccidentales (p.e., la Guardia Revolucionaria iraní).


Por lo demás, Irán es el centro articulador del islamismo chiita en el área, un Estado de antecedentes imperiales predispuesto a la hegemonía y a combatir por ella directa e indirectamente a través de alianzas convencionales (la Siria de Assad) y mediante organizaciones terroristas (el Hesbolá libanés y el Hamas palestino) y cuyo cultivado antinorteamericanismo sólo es superado por su consideración de Israel como un intruso en la zona y hasta una blasfemia. Frente a esta realidad los incentivos iraníes para cambiar difícilmente provengan sólo del levantamiento de las sanciones. En efecto, si éstas pueden cuantificarse en US$ 47 mil millones (The Economist considera que lo que se levantará ahora es el acceso a aproximadamente US$ 7 mil millones y US$ 30 mil millones en el acuerdo final), no parece que estemos frente a un incentivo suficiente (algo más del 10% del PBI iraní) si el cambio implica el “sacrificio” de un status de poder bastante superior.


Sin embargo, si se comprende que el monto de las sanciones no es fijo sino dinámico en tanto se mide por su impacto (lo que contribuye a que Irán pierda crecientemente en un entorno interno –que se erosiona- y externo - - -cuya inestabilidad expresa anarquía multiplicada-), entonces el valor de las sanciones se incrementa. Más aún sí Irán desea ser una potencia emergente cuyo status superior sea universalmente reconocido y un agente con el que se puede tratar en una mesa de negociaciones sobre pacificación de Siria y estabilización del Líbano. En ese escenario, Irán podrá jugar un rol menos comprometedor en recursos y más influyente para sus socios ruso y chino.


Si es así, un nuevo balance de poder puede surgir en el Medio Oriente aligerando el enfrentamiento entre chiitas y sunitas, aliviando el distanciamiento de Arabia Saudita (que, como Israel, también se opone hoy al acuerdo) y facilitando un entendimiento palestino-israelí. Es más, ello cambiaría el tipo de relación que Irán mantiene con regímenes extra -regionales como el venezolano y el boliviano cuya dimensión práctica es sólo confrontacional en el sistema interamericano.


Pero, asumiendo que Irán desee desempeñar ese rol ¿lo hará a costa de perder un status de poder material superior cuando está a pocos meses de lograr el arma sobre la cual ya logró la tecnología adecuada y está a punto de obtener la capacidad correspondiente? Quizás no.


En ese caso, el acuerdo interino que permite hoy clarificar la atmósfera y abrir el entendimiento con Occidente, no logrará acabar con la ambición nuclear iraní sino generar un ambiente donde éste pueda acomodarse en un nuevo equilibrio entre potencias nucleares.


Ese será un resultado realista siempre que éste adquiera la racionalidad necesaria y puede ser gestionado en niveles muy superiores de riesgo. De momento se habrá ganado tiempo, evitado la guerra (Israel desempeña acá el rol de “policía malo”) y abierto un escenario de balance de poder sofisticado entre agentes que interactúan a su vez con otros muy primitivos. Por lo demás, si la guerra se evita hoy, nadie podrá asegurar que ésta no pueda ocurrir mañana.


Por ello el acuerdo interino es hoy un imponderable que ofrece el camino hacia una esperanza. En ese escenario, los contactos informales serán todavía imprescindibles: quizás ellos ofrezcan mayor certeza sobre lo que vendrá.


En este escenario incierto (en el que, además, nada está acordado hasta que todo esté acordado) pero que ofrece posibilidades de apertura y entendimiento en el Medio Oriente (que siempre son bajas y dilatadas), un acuerdo de seis meses vale la pena de ser acompañado siempre que no se baje la guardia militar ni política frente a Irán. Esa actitud no es la misma que la que simplemente felicita a las partes por los alcances del acuerdo interino.



Joint Plan of Action

Geneva, October 24th 2013


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