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  • Alejandro Deustua

Estancamiento del Comercio Global, los Riesgos Geopolíticos (El Caso Coreano) y la Política Exterior

La caída del valor y volumen de las exportaciones peruanas de enero (-32% según Ádex y -17.1% según el INEI, respectivamente) marcan el fuerte impacto que hoy tiene la crisis internacional en una economía que los actores y entidades locales y externas consideraban especialmente resistente al shock externo.


En el ámbito comercial, la magnitud de ese shock acaba de ser publicada por la OMC informando de un crecimiento de 0% en el valor del comercio global (el valor total de US$ 18.1 mil billones de 2011 se mantiene) y de 2% en volumen para el 2012 con perspectivas de un modesto incremento de 3.3% en el 2013 para el volumen de comercio. Estos niveles se encuentran bien por debajo del promedio de crecimiento de los últimos 20 años (5.3%) y de los niveles pre-crisis (6% entre 1990 y 2008) con el agravante de que la relación tradicional de 2 a 1 entre comercio y PBI global ha caído a 1 a 1 (1).


Este escenario ha envuelto al conjunto latinoamericano cuyas exportaciones en 2012 crecieron apenas 1.4% (y las importaciones 1.8%) bien por debajo de las tasas de una economía en recuperación como la norteamericana (cuyas exportaciones e importaciones crecieron 4.1% y 2.8%, respectivamente, mejora que es buena para la región y el mundo).


Ese débil comportamiento general es atribuido esencialmente a la crisis de la zona del euro que ha causado una gran contracción de la demanda global de manera correspondiente al extraordinario peso de la Unión Europea en el comercio internacional (36% de las exportaciones e importaciones globales). Esta situación está, a su vez, teñida de las incertidumbres derivadas de la tendencia divergente en el comportamiento de las economías norteamericana y europea como de los riesgos subsistentes.


Si entre éstos son especialmente fuertes los que derivan de la remanencia de la crisis del euro y de la contracción fiscal en los países desarrollados (aunque el FMI sostiene que el peligro ha pasado), el proteccionismo, la volatilidad de los precios de las materias primas (que hoy tienden a caer), los nacionalismo emergentes, las tensiones geopolíticas y los desastres naturales son factores que pueden complicar el escaso crecimiento comercial previsto (al respecto, la OMC reconoce que la perfomance del comercio en el 2012 ha sido peor que lo que sus proyecciones de setiembre último estimaban).


Asumiendo que la crisis del euro continuará subyugando la perfomance europea en el primer semestre para mejorar ligeramente en el segundo (aunque esta proyección puede aún revisarse a la baja), es de la mayor importancia incrementar la eficiencia en la gestión de los riesgos. Entre ellos, el geopolítico.


En este caso, me refiero especialmente al que sigue emanado del desestabilizado Medio Oriente (donde interactúan los problemas de gobernabilidad ligados a la construcción democrática de algunos estados con la perspectiva destrucción de otras entidades políticas importantes del área –Siria-, el faccionalismo religioso, el terrorismo y la inestabilidad nuclear en Irán en el marco de la crisis permanente palestino-israelí).


Si allí sobresale el problema iraní como potencial causante de un conflicto mayor, la inseguridad potencial de la oferta petrolera sigue siendo la amenaza mayor para la economía global superando de lejos a los problemas que puedan causar la distorsión del comercio en el Medio Oriente (la región representa 7% de las exportaciones totales –en este caso, colocaciones extrarregionales con escaso comercio intrarregional).


Este no es caso del Asia. Allí una crisis bélica en la subregión de mayor acumulación de riqueza (el noreste asiático) puede desestabilizar el escenario marítimo del Asia involucrando primero al sureste asiático a través del encadenamiento de conflictos convencionales y afectando después la relación entre las potencias mayores (Rusia y China en el norte e India y China en el centro-sur).


Tal situación tendría inmensas consecuencias negativas para el comercio global (el Asia representa el 32% de las exportaciones e importaciones mundiales) y para los mismos asiáticos que, gracias al comercio entre ellos han incrementado, en no poca dimensión, el valor y tamaño de sus respectivas economías (el comercio interregional asiático ya es del orden de 53%).


Si ese mercado es afectado importantemente por un conflicto, el sistema económico internacional ingresaría en un escenario de crisis global agravada en tanto sus dos grandes regiones comerciales -la Unión Europea y el Asia- estarían seriamente comprometidas. Ello afectaría directamente a dos tercios de las exportaciones e importaciones globales que es la suma de las transacciones que realizan esas regiones.


De allí que la política exterior peruana debería ser en la materia mucho más propositiva y sofisticada que el primario e infértil llamado al diálogo al que se resume toda su atención a la crisis de la península norcoreana. El mero hecho de que 30% de las exportaciones peruanas están comprometidas en Asia (y 90% de esa dimensión en el noreste asiático) justifica un empeño mayor que el que hoy se ofrece para la solución de la crisis en cuestión (y de otras que probablemente ocurrirán en el futuro). Por lo demás, esa contribución aparece subordinada, a su vez, a una actividad de promoción de inversiones que, en apariencia, no toma en cuenta las circunstancias.


De otro lado, un escenario en el que las dos grandes potencias comerciales entren en crisis, cualquiera que fuera su intensidad, obligaría al Perú a mostrar un interés mayor en el mercado norteamericano y un trabajo más serio en la organización del mercado latinoamericano en el entendido de que el Perú mantendrá abierta su economía.


En el primer caso, la recuperación económica norteamericana ya se expresa en recuperación comercial como se ha visto mientras que el comercio intrarregional de América del Norte asciende al 37%. Ello le otorga un valor agregado bastante superior al latinoamericano donde sus miembros sólo intercambian entre sí el 26.8% de su comercio total.


Si la inserción económica global de América Latina es comercialmente superior a la regional nuestra política exterior debería ser mucho más activa en la solución de crisis extrarregionales y en la eliminación de las vulnerabilidades propias de la interdependencia. Y si el mercado regional debe ampliarse, nuestra política exterior debe trabajar con más intensidad en ello también. Ello implica una mayor concentración en la implementación de mecanismos del libre comercio (el caso del la Alianza del Pacífico) como necesidad superior a la simple aceptación de las diferencias políticas.


Esta tarea debe realizarse con apremio teniendo como objetivo un resultado que supere el peso nacional en la economía mundial (alrededor de 0.2%) en tanto el volumen de comercio global que hoy se tranza revela que la interdependencia (en la que la influencia de los agentes menores es mayor a su dimensión material) es mucho más alta que en 1990 (cuando se iniciaron las reformas económicas y el ámbito y participación en la interdependencia global era menor). En efecto, en ese entonces la relación entre el comercio de bienes y servicios y el PBI global era de 18.5 mientras que hoy es de 32 (en la peor etapa de la crisis la relación bajó a 27.7). Si ello ofrece mayor seguridad para la acción externa (en el sentido de que hay mucho espacio económico para actuar) debe trabajarse con mayor sofisticación y prudencia en ese ámbito (teniendo en cuenta que la mayor interdependencia produce efectos colaterales importantes).



(1) WTO: World Trade 2012 and Prospects for 2013 Press release April 10, 2013


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