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Alejandro Deustua

El Proteccionismo en Suramérica

Aunque la recesión en las economías centrales no ha absorbido aún a ningún país latinoamericano, la contracción comercial global que aquélla ha generado y el resurgimiento de tendencias proteccionistas en esa escala ya estimula conflictos en Suramérica. En efecto, el proteccionismo ha prendido en la región. Aunque las medidas correspondientes se imponen genéricamente para atenuar el impacto importador en las balanzas comerciales frente a una fuerte caída exportadora, aquéllas afectan a socios específicos que, además, son vecinos. Las disposiciones comerciales de Ecuador y Argentina son las más recientes evidencias de esta peligrosa tendencia.


Como se sabe, Ecuador, atrapado monetariamente por la dolarización oficial de su economía y la caída de los ingresos petroleros, ha impuesto amplias restricciones a sus importaciones. Estas medidas, traducidas en medidas de salvaguardia, afectan a las exportaciones peruanas en más de US$ 200 millones.


Al respecto, las explicaciones brindadas por la Ministra de la Producción y el Canciller ecuatorianos han impedido la retaliación peruana. Sin embargo, frente a la presión empresarial, ésta mantiene una latencia que las Cancillerías han logrado controlar preservando la importancia estratégica que ambos Estados se otorgan mutuamente. Pero el caso aún no se ha resuelto.


Aún más preocupantes es la fricción comercial surgida entre Argentina y Brasil. Estos países no son sólo las mayores economías suramericanas sino las economías dominantes del MERCOSUR (97.5% del PBI subregional). Por lo demás, con un intercambio de aproximadamente US$ 30 mil millones en el 2008, constituyen el mayor polo económico suramericano (éste es sólo comparable con el que sustenta el intercambio colombo- venezolano).


Es claro que parte del conflicto se debe a la asimetría estructural en la relación entre ambos países: Brasil representa el 70% del PBI del MERCOSUR y mientras las exportaciones brasileñas a Argentina equivalen a 9.4% del total de las ventas de esa potencia, las exportaciones de Argentina a Brasil representaron un mucho más destacable 19% en el 2008.


Esa complementación asimétrica registra una de los mayores niveles de interdependencia en el área con un comercio intraregional de algo más de15% luego de superar en algún momento el 20%. Si ello es bastante frente al 11% de la CAN (pero insignificante frente al 70% de la Unión Europea), también es cierto que la crisis global ha degradado los términos de intercambio y la estructura comercial argentina en relación a su vecino mayor.


En efecto, si a principios del siglo Argentina era superavitaria en el comercio bilateral y exportaba intensamente, además de productos agropecuarios, bienes de capital, ahora es deficitaria en el recuento total e importadora neta de bienes de capital brasileños al tiempo que Brasil ha consolidado las exportaciones de estos bienes a la Argentina en muy altos rangos.


En ese contexto vecinal, las exportaciones asiáticas han jugado un rol negativamente catalizador. Así, en aparente reacción a la afluencia de importaciones de bajo costo chinas, Argentina impuso, en octubre pasado, licencias de importación a 1200 ítems. Y este mes incrementó los niveles arancelarios a alrededor de 600 productos.


Aunque las licencias de importación son permitidas por la OMC en tanto se implementen dentro de un plazo razonable (60 días, en apariencia), los exportadores brasileños sostienen que dichos permisos se otorgan en Argentina en plazos superiores a los dos meses y, por tanto violan las reglas internacionales. Aunque urticante, el canal de solución podía ser el institucionalmente disminuido MERCOUR o la propia OMC.


Pero cuando el gobierno argentino dispuso la elevación de aranceles (especialmente a autopartes y otros productos metálicos), la FIESP (el gremio de empresarios paulistas) exigió a su gobierno las correspondientes medidas de retaliación.


Según medios argentinos, las licencias sólo afectan al 5% de las exportaciones brasileñas mientras que Brasil, que no es una economía de gran apertura, exigía desde antes, el requerimiento de licencias de importación a más de 5 mil productos de un universo de más de 9 mil ítems.


Frente a la escalada consecuente, los Cancilleres de ambos Estados intentaron, sin éxito, resolver el conflicto comercial. Como alternativa, lo “congelaron” hasta el 4 de marzo acordando no innovar a hasta esa fecha. Mientras tanto un grupo de trabajo debe proponer soluciones que deberían adoptarse al más alto nivel: una cumbre presidencial a realizarse el 23 de ese mes.


Entre las soluciones posibles se ha evaluado la aplicación de salvaguardas acordadas por el MERCOSUR (aunque no vigentes por falta de ratificación) y hasta mecanismos de comercio compensado (que ya se han aplicado antes). Esas soluciones técnicas podrían ser complementadas por políticas de coordinación monetaria que atenúen el diferencial de tipo de cambio existente y que hoy favorece al Brasil (La Nación, Clarín) en el contexto de la decisión brasileño-argentina de setiembre último de abandonar el dólar para el intercambio bilateral.


Adicionalmente, ambos países subordinarían el conflicto a la necesidad de adoptar posiciones conjuntas para hacer frente a la crisis internacional. Por lo demás, según Stratfor, Brasil habría ofrecido financiamiento a Argentina cuyo gobierno debe pagar abundante deuda externa (un total absoluto de US$ 92 mil millones) en circunstancias de carencia de financiamiento internacional que la crisis sólo ha contribuido a empeorar (las consecuencias del default argentino sigue costando a ese país la falta de crédito de la harto debilitada banca internacional).


Nada de esto ha sido acordado todavía. Mientras tanto, el proteccionismo cobra en desconfianza vecinal su precio en la región (el acuerdo de libre comercio peruano-chileno es aún una excepción a la regla), complica la mayor zona de libre comercio suramericana, evidencia las precariedades de la unión aduanera mercosureña y no favorece la adecuada convergencia de intereses de cara a la próxima cumbre del G-20 a realizarse en abril en el Reino Unido. Paradójicamente en esa cumbre se romperán fuegos verbales, nuevamente, contra el proteccionismo al tiempo que Suramérica estará “representada” por dos potencias regionales cuyo grado de convergencia ha decaído conforme se incrementa la erosión de la posición internacional argentina frente a la proyección global brasileña.


Quienes creen que la solidaridad regional es el mejor mecanismo de seguridad económica frente a la erosión del mercado global, tienen aquí un motivo para pensarlo dos veces. Y deben hacerlo rápido porque el contexto internacional sigue deteriorándose.



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