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  • Alejandro Deustua

El Retiro de la CAN es una Opción Irracional

26 de agosto de 2005



Mientras Perú negocia con Estados Unidos un acuerdo de libre comercio y compromete, en el marco andino, tratos con la Unión Europea para lograr un acuerdo de asociación que incluya un TLC, agentes influyentes cuestionan el proceso de perfeccionamiento del esquema subregional de integración de mayor abolengo en nuestra política exterior. La opción del retiro de la Comunidad Andina sería políticamente inconsecuente, económicamente dañina, institucionalmente cara y geopolíticamente desastrosa.


La irracional opción de la autoexclusión debe medirse en términos del efecto que ésta tendría en la capacidad nacional de cumplir compromisos, del impacto negativo que acarrearía en la relación con los vecinos y de la erosión que produciría en nuestra capacidad de negociación internacional.


En relación al primer punto debe recordarse que el retiro planteado en 1992 produjo en el Perú debilitantes momentos de indecisión multiplicados por la preexistente tradición de incumplimientos comunitarios y de múltiples redefiniciones del Acuerdo de Cartagena. Y lo hizo sólo para terminar negociando, en 1997, un renovado compromiso con la zona de libre comercio y una tortuosa relación con un arancel externo común extraordinariamente imperfecto. Dentro de una proceso de integración subregional plagado de marchas y contramarchas, la indecisión peruana restó credibilidad a nuestra disposición a cumplir compromisos externos justo cuando la reforma estructural del momento requería de señas claras de persistencia en la ejecución de los mismos.


Por lo demás, el retiro sustrajo a la ya escasa relación de interdependencia con los vecinos aún mayor densidad en momentos en que que se pretendía fortalecer la interdependencia “con el mundo”. El retraso en la generación de vínculos vecinales de carácter comercial, fianciero e infraestructural en ese decenio, que fue antecedido por la “década perdida”, se paga hoy con términos de interdependencia que, en no pocos casos, están por debajo del 5% y que agregan, por tanto, incertidumbre, falta de progreso y frustración de expectativas a la relación vecinal.


De otro lado, aún teniendo en cuenta las ineficiencias de la Comunidad Andina, plantear el retiro de su seno cuando Estados Unidos, la Unión Europea y hasta el Mercosur tienden a buscar, con diferentes intensidades, un interloctor subregional capaz de gobernarse a sí mismo, implicaría una fuerte pérdida de potencial negociador aunque muchas de las negocaiciones internacionales de los países de la CAN propendan al bilateralismo. Si se desea tener una perspectiva de lo que ello costaría, basta echar un vistazo a las demanda europeas de que la CAN perfeccione la liberación de su mercado y de su unión aduanera antes de plantear una negociación que valga la pena. Y, en una perspectiva más benigna, debe recordarse que los antecedentes institucionales de la negociación de tres países andinos con Estados Unidos radican en los esquemas ATPA y ATPDEA que percibieron a la subregión andina como una unidad económica y de seguridad.


Por lo demás, un retiro peruano sería dañino para nuestro comercio exterior si se pierde el cuarto mercado después de Estados Unidos, la Unión Europea y China al que se destina US$ 802 millones de nuestras exportaciones (2004). Ciertamente el 6.5% de las ventas externas no es un valor extraordinario –y mucho menos si se mira el largo plazo que empieza con la suscripción del Acuerdo de Cartagena en 1969- ....salvo cuando se considera el alto valor agegado de los bienes transados, la escala que ese mercado otorga a la producción nacional –dimensión que no concederán, por asimétricos, los mercados norteamericano y europeo- y la disposición de la demanda subregional a consumir bienes manufacturados producidos con estándares subregionales.


Esa pérdida se agravaría complementariamente con la erosión de oportunidades de inversión para los socios norteamericanos, europeos y conosureños que perciben al Perú como un mercado superior a la capacidad de consumo y absorción nacionales. Y, a la inversa, el potencial andino de aprovechar los mercados de mayor demanda a través de emprendimientos conjuntos –que, ciertamente son ahora ridículamente escasos- se perdería para los empresarios locales de producirse un retiro irrracional.


De otro lado, quienes desean que se proceda a esta exclusión no tienen una idea de los costos institucionales en que incurirría el país. La retaliación de los miembros de la CAN sólo reporta una de sus dimensiones. Las otras se miden en términos del impacto del desmontaje de instancias supranacionales que hoy tienen reconocimiento internacional. Si la burocracia andina, medida por su extraordinaria e innecesaria capacidad de producir normas antes que por la cantidad de funcionarios, es una carga que debe aligerarse y simplificarse, su organización institucional ha generado una capacidad de interlocución externa que no puede desperdiciarse sino a un fuerte costo de nuestra política exterior. Un contexto global propenso a la organización de regímenes internacionales –que no agregran toda la gobernabilidad que debieran a un escenario incierto-, ciertamente cargará al pasivo peruano el costo de la erosión de una instancia que forma parte de una red establecida con el propósito de generar progreso y estabilidad en una parte del mundo al que algunos otorgan la dimensión de la inviabilidad.


Finalmente, si el Perú procura mejorar su inserción global sobre la base del perfeccionamiento de su inserción regional, ciertamente no estaría satisfaciendo ese interés nacional si pretende hacerlo al margen de la agrupación subregional a la que pertenece. Y al frustrarse esa perspectiva, el peso geopolítico del Perú en Suramérica en función de los escenarios andino, amazónico y marítimo sería aún mayor teniendo en cuenta la naturaleza de nuestro territorio y sus emergentes requerimientos de interconexión.


Ciertamente la Comunidad Andina necesita ganar en eficiencia y agilidad. Y además tendrá que redefinir sus normas en términos de su nueva inserción: una unión aduanera andina es inconsecuente con los miembros de una gran zona libre comercio como la que confomará con el Mercosur, nortemaérica y la Unión Europea. Pero sería sencillamente irracional sustraer de ese gran espacio nuestro espacio más inmediato.

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