La estabilidad económica del segundo mercado sudamericano afronta un riesgo superior. El presidente Macri lo ha declarado dramáticamente: no se trata de sólo del peligro de que el equilibrio fiscal primario no se logre sino de que se pierda la posibilidad de salir de una cuesta abajo sistémica.
Es más, la referencia presidencial a que el peligro de que 70 años de inestabilidad no pueda ser superado (una alusión a Perón) quizás abarque al conjunto de la historia argentina desde principios del siglo XX cuando cuando ese país empezó a perder su condición de potencia económica mundial.
De otro lado, la emergencia declarada por el Sr. Macri implica también la confesión de que el gradualismo ha fracasado como política de confrontación a una crisis generada por el populismo desenfrenado.
Si ello implica mayor ajuste, el gradualismo podría incorporase entonces al escaso número de oportunidades perdidas para recuperar los fundamentos de una economía de inmenso potencial.
Así, el ajuste benigno patrocinado por el Sr. Macri podría eventualmente sumarse al destino de la “convertibilidad”, política centrada en la fijación del tipo de cambio (la paridad 1 peso/1 dólar de Cavallo transformado luego en ley del Congreso) aunque se trate de casos bien distintos.
En efecto, el esfuerzo del gobierno de Macri está asociado al intento de replantear los fundamentos y credibilidad de la economía argentina que el gobierno de la Sra. Kirchner había quebrado mediante la desinstitucionalización económica, el abuso de las reservas, el “cepo” cambiario (la imposibilidad de adquirir moneda extranjera), la inflación de tres dígitos (cuya estadística creíble debía ser calculada por la oposición en el Congreso) y el estancamiento generado por un gobierno que se consideró encargado tanto de “crear” empleo como corrupción.
Luego de un éxito inicial, el gradualismo fue sometido por apuntar sólo a una parcial eliminación de subsidios (lo que no contuvo la protesta social) mientras que la fuerte depreciación del peso producto de la liberalización monetaria generó inflación y el bajo crecimiento incrementó la demanda de dólares, del endeudamiento y la desconfianza de los inversionistas mientras el necesario gasto social consumía alrededor del 60% del presupuesto.
Sin embargo, el FMI, respaldó la orientación del gobierno con un préstamo stand-by de 50 mil millones de dólares (un récord para el área) cuyos adelantados desembolsos se negocian hoy para sustentar una nueva política de ajuste. El presidente tendrá una segunda oportunidad.
La política de “convertibilidad” no contó con ella. Luego de combatir la hiperinflación y de abrir la economía con éxito, Cavallo no pudo dejar la fijación legal del tipo de cambio para contribuir de alguna manera a impedir la extraordinaria fuga de capitales en un marco de crecientes requerimientos de una fuerte deuda externa.
Además, en esa ocasión y a diferencia del soporte otorgado a México por Estados Unidos en 1994 y por el FMI a Brasil en 1998, Argentina fue abandonada por el FMI luego de que éste apoyara la gestión del Ministro de Economía.
Pero ésta es la historia interna. La externa ha sido apenas enunciada por el presidente Macri cuando Argentina es hoy un ejemplo del daño que generan el constante incremento de las de interés por el FED y la guerra comercial del Sr. Trump (fuga de capitales y disminución del comercio) y los temores de que Argentina sea una eslabón de una crisis financiera iniciada por países como Turquía, fuertemente expuestos al financiamiento externo en dólares concentrados en un sector de la economía.
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