Los indicadores económicos son elementos indispensables para el comportamiento ordenado y racional de los actores en el sistema global. En buena medida, el orden en él depende de la consistencia y credibilidad de esos mecanismos de señalización en tanto éstos generan expectativas sobre cómo maximizar ganancias o reducir pérdidas sea en los mercados de panllevar, sea en los bursátiles.
Si en tiempos de estabilidad los indicadores económicos son indispensables para elegir, en tiempos de turbulencia la calidad de los mismos pueden hacer la diferencia entre la solvencia y la quiebra del agente o entre las posibilidades de adaptación o materialización de riesgos de desajuste del mercado. De allà que un adecuado sistema de indicadores debe contar, además, con buenos mecanismos de alerta.
En lo que hace a la crisis financiera y cambiaria que afecta al sistema económico global, las alertas han funcionado magnÃficamente. Desde el año pasado casi todas las organizaciones mutlilaterales y privadas convenÃan en que la economÃa global, a pesar de su extraordinario crecimiento, estaba siendo presionada por riesgos manifiestos. Entre ellos destacaban tres: los desequilibrios económicos generados por los desbalances comerciales entre las economÃas mayores, los altos precios del petróleo y la burbuja de bienes raÃces.
Con mayor o menor intensidad estos riesgos fueron discutidos públicamente. La interrogante al respecto residÃa menos en su magnitud que en la determinación de sus consecuencias. En efecto, algunos sostenÃan que, de agravarse estos riesgos, podÃa ocurrir una mayor desaceleración de la economÃa norteamericana que llevara a un "aterrizaje suave" de la misma acompañada de un contractivo efecto global. Esta fue la opinión general de los organismos interestatales. Otros, sin embargo, advertÃan sobre la posibilidad de una recesión si uno de esos riesgos (especialmente, la burbuja de bienes raÃces) se incrementaba fuertemente. Asà lo sostenÃan publicaciones especializadas (uno de los escenarios de The Economist) y analistas particulares (como, quizás, Roubini).
Sin embargo, si estos riesgos estaban a la vista, las proyecciones de perfomance elaborada por ciertos organismos (el FMI, entre otros) no los traducÃan probablemente estimando que la solidez económica era todavÃa consistente. Asà hace apenas dos meses, el FMI consideraba que la economÃa global continuarÃa creciendo fuertemente y, en consecuencia, corregÃa al alza su proyección de la perfomance mundial de 4.9% a 5.2% para este año y el próximo.
Ahora, ante el estallido de la burbuja de bienes raÃces y su impacto en la reducción de confianza y del crédito a pesar del recorte de la tasa de interés de referencia del FED en 0.5 puntos, el FMI ha corregido hacia abajo sus estimados de crecimiento. En efecto, en una aparente filtración de lo que será su próximo reporte, ese organismos considera hoy que la economÃa global, aunque creciendo aún importantemente, reducirá su tasa de 5.2% a 4.8%. Ello implicarÃa contracciones de las economÃas norteamericana (de2.8% a 1.9%), de la eurozona (de 2.5% a 2.1%), de Japón de (2% a 1.7%) y de China (de 10.5% a 10%). La India se mantendrÃa en 8% (FT).
Ello obligará quizás al Ministerio de EconomÃa a corregir los estimados del Marco Macroecnómico Multianual 2008-2010 (agosto) que, considerando para el próximo año 2.2% para Estados Unidos, 2.7% para la Unión Europea, 2.4% para Japón y 11.4% para China, estimó un crecimiento nacional de 6.2% para el 2008.
Estas variaciones muestran que la economÃa no es una ciencia exacta, que la actividad prospectiva en ese campo lo es menos y que, además, puede ser bastante inconsistente. En efecto, el Informe sobre Comercio y Desarrollo del Banco Mundial del 2007 proyectaba hace tiempo un crecimiento global de 3.4% (¡ -1.4% que la proyección actualizada del FMI!).
A la luz de estas disparidades econométricas, es evidente que además de la necesidad de afinar las metodologÃas de construcción de indicadores económicos fundamentales resulta indispensable una estandarización de los mismos. Un sistema económico global no debiera aspirar a menos como tampoco debiera ocurrir con los requerimientos de racionalidad de sus agentes.