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  • Alejandro Deustua

La Ampliación del Núcleo Liberal

La peor crisis económica desde los años 30 ha generado un cuestionamiento generalizado sobre los fundamentos y beneficios del capitalismo, replanteado el rol del Estado en la economía y puesto en cuestión al sistema financiero. Como consecuencia de ello, el cuestionamiento de la desregulación iniciada por Reagan y Thatcher, de las políticas de ajuste radical de los años 80 y 90 y de las políticas para superar la crisis han erosionado el consenso económico prevaleciente. La emergencia de las fricciones consecuentes ha surgido, principalmente, en el centro de las economías capitalistas mientras que la periferia sólo ha consolidado sus preexistentes divergencias.


Por lo demás, el proceso de redefinición del status y rol estratégico de Estados Unidos ha flexibilizado la política exterior y de defensa de la primera potencia. Ello ha implicado la redefinición de la naturaleza y valor de ciertos escenarios bélicos (el caso de Irak) y la recalificación del antagonista (salvo en el caso de las organizaciones terroristas).


La conjunción de ambas tendencias debería llevar, por inercia, a la atomización del “núcleo liberal” en tanto las complicaciones del mercado, expresadas en fricciones comerciales y financieras, interactúan con relaciones de poder más competitivas minimizando los niveles de convergencia general.


Sin embargo, el “núcleo liberal” se ha ampliado como la acaba de demostrar en Londres la reunión del G20 incorporando, principista y programáticamente, a las economías emergentes más representativas al centro decisorio comprometido con el libre mercado y de economías abiertas. Ello ha ocurrido al tiempo que la cumbre de la OTAN celebrada a propósito de su 60 aniversario se ampliaba a 28 miembros incluyendo a dos más.


Es evidente que en el G20 ha habido disenso sobre la aproximación estratégica al manejo de la crisis (p.e. discrepancias en torno a la intensidad de las políticas de estímulo). Pero el consenso programático se ha logrado no sólo confirmando los principios fundamentales del liberalismo sino ampliándose a Estados que antes los habían cuestionado políticamente (Argentina), retóricamente (ciertos asesores del presidente Lula) o mediante la expresión de concepciones diferentes del mercado (Indonesia, Arabia Saudita).


Estas economías emergentes se han sumado a las centrales en su compromiso con la economía abierta y el libre mercado en momentos de crisis. En tanto ello incluye la satisfacción de intereses económicos (el acceso al financiamiento) y participación en el proceso de reforma del sistema financiero, la adhesión presume el largo plazo.


En el ámbito de la seguridad, la incorporación de nuevos Estados (Croacia y Albania) a la OTAN (mientras que otros hacen fila –Macedonia y Georgia, por ejemplo- y algunos intentan por lo menos un trato especial –Ucrania-) confirma el sostenimiento de la dinámica expansiva de la alianza. Ello ocurre a pesar de que ésta no ha readaptado aún su doctrina estratégica al nuevo contexto (en realidad, un cambio sistémico en marcha) luego del planteamiento de acciones “fuera de área” de mediado de la década pasada, de la compleja relación con grandes potencias (como Rusia y China) y de un escenario propicio para la intensificación del conflicto como es la crisis económica.


Estos procesos de alineamiento liberal económico y militar no están desprovistos de riesgos. En el escenario económico, la realidad del nuevo rol del Estado en el mercado podría llevar a algunos Estados a adoptar políticas disonantes (p.e. la agudización de subsidios u otras formas de “proteccionismo legal”). Y en el escenario de la seguridad colectiva, la sobrecarga de la alianza principal podría generar la sobre-extensión de la misma al tiempo que ésta compite, de facto, con los atributos de la comunidad internacional agrupada en la ONU. Por lo demás, el status que buscan las grandes potencias en la estructura del sistema agrega riesgos de comportamiento tanto entre éstas como entre los miembros de la alianza.


Sin embargo, el riesgo económico se minimiza si la plataforma liberal admite que la participación del Estado no sólo es útil sino necesaria para el fortalecimiento institucional del mercado y la corrección de sus “fallas” y, en consecuencia, se actúa. Algún grado de cooperación debe esperarse de ese entendimiento.. Y el riesgo de seguridad se aligera si la alianza principal replantea su gestión y rol eficientes, establece modus operandi estables con Rusia y China y los Estados que se adhieren a ella cumplen efectivamente con los requisitos de ingreso que implica el establecimiento de un orden interno de incuestionable carácter democrático, de respeto al estado de derecho y la igualdad ante la ley.


Si estos quid pro quo se cumplen en el G20 y en la OTAN la expansión liberal, con tonalidades más diversas, marcará una tendencia de extraordinaria influencia. Esta impactará en regiones que, como la suramericana, alberga a Estados y asociaciones claramente antiliberales (Cuba, Venezuela, Bolivia) y debiera contribuir a adelgazar la vinculación política de esos gobiernos con Argentina y Brasil.


Bajo estas premisas, sería posible considerar el ingreso de Suramérica a una nueva etapa de cooperación de parcial proyección interamericana que favorezca, un renacimiento de la integración cuando la crisis sea vencida. Ello, sin embargo, no sucederá sin un esfuerzo contrario de las potencias “antisistémicas”.


Ese esfuerzo, sin embargo, podría cambiar su orientación e intensidad. En efecto, esos Estados “antisistémicos” podrían adoptar posiciones defensivas que hasta hace poco eran manifiestamente ofensivas y hasta procurar ciertas tendencias a la readecuación (el caso de Cuba en relación a Estados Unidos que, sin generar cambios internos radicales, podría producir cambios importantes en la conducta de Venezuela y Bolivia).


Estados liberales como el Perú que no pertenecen al G20 ni a una alianza militar deben estar atentos a esos cambios, verificarlos con cautela y plantearse la posibilidad de fortalecer su política exterior en dirección de la tendencia liberal expansiva (de comprobarse cierta). Ello le permitirá recuperar la iniciativa de la construcción de la integración en el área y de la redefinición de la seguridad colectiva en el ámbito interamericano si las barreras que bloquean ese objetivo efectivamente son vencidas.

Por cierto, ello no implica el abandono de políticas de cautela y, por tanto, de equilibrio de poder, frente a posibles comportamientos antagónicos en el área derivados de la aún manifietsa vocación expansiva de los Estados “antisistémicos”.



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