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  • Alejandro Deustua

La Dimensión Estratégica de la Cumbre de la APEC

Salvo por la extraordinaria concentración de poder mundial en Lima y los acuerdos de libre comercio y de inversión que se pacten, la reunión de Jefes de Estado de la APEC parecerá fugaz, la declaración final densa y su desarrollo excesivamente burocrático. Pero así como la cumbre ALC-UE confirmó la voluntad nacional de insertarnos de manera firme en Occidente, la cumbre APEC fortalece la decisión de intensificar nuestro vínculo transpacífico en el escenario de más rápido crecimiento económico mundial.


Para el Perú la dimensión estratégica de la APEC no se basa, por tanto, sólo en la red de negocios y de cooperación regional resultante, sino en la afirmación de su condición marítima. Si esa condición no es fortalecida por el derecho (la automarginación de la Convemar) y es mermada por la falta de dominio sobre las vías de navegación, la intensificación de la relación económica con la ribera asiática fortalece nuestra proyección oceánica y nuestro posicionamiento en la ribera americana del Pacífico. Si ello ocurre en un foro que agrupa a las mayores potencias económicas tradicionales y emergentes de la cuenca, la dimensión global de ese posicionamiento salta a la vista.


Esta relación, sin embargo, está signada por la creciente brecha de desarrollo que separa a Asia de América Latina. Tal asimetría estructural requiere de la conjunción de esfuerzos de los países americanos ribereños del Pacífico (el denominado “arco”) para mejorar nuestras capacidades internas, vigorizar el acceso a los mercados asiáticos e incrementar nuestro potencial de recepción de recursos financieros y tecnológicos.


Si ese esfuerzo incluye a socios latinoamericanos no miembros de la APEC, debiera incorporar a aquellos que sí lo son y con los que tenemos mayor interdependencia (Estados Unidos) e incrementar la cooperación con los más próximos (Chile). Por lo demás, si más de la mitad de nuestro comercio en el Pacífico es intrahemisférico y se sustenta en una mayoría de Estados con principios comunes, ésta debe ser la base de proyección hacia el continente asiático.

De otro lado, la APEC asegura para el Perú la posibilidad de explotar un escenario creciente cuya base de poder económico es ya la mitad de la capacidad global. Si la eventual conformación de una zona de libre comercio en el área (el 2010 entre los desarrollados a los que se suman los países en desarrollo el 2020) deriva de ese potencial ésta debería tener efectos globales (promover el éxito de la Ronda Doha) y nacionales (mejorar nuestra inserción sustentada hoy en una excluyente condición primario-exportadora).


Con ese objetivo, la flexibilidad de la APEC debería invitarnos a apurar negociaciones de acuerdos de libre comercio no sólo con las economías más grandes (China, Japón) y dinámicas (Singapur, Corea del Sur) sino con los que están más cerca y muestran afinidad (Australia, Nueva Zelandia). En ese marco renovado, nuestro vínculo con Rusia debe poder actualizarse. En un escenario de cambios estratégicos, ciertamente los negocios no son el único vínculo de la APEC.



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