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  • Alejandro Deustua

La Política y El Fútbol

Durante la reciente Eurocopa algunos diarios y revistas extranjeros publicaron sesudos artículos sobre el fútbol como fenómeno global (entrenadores alemanes en selecciones griegas, jugadores brasileños ultraprofesionalizados en clubes españoles, reglas claras y universales para todos, cobertura televisiva total) o como bastión nacionalista (migrantes chimpuneros que regresan para uniformarse patrióticamente, resurrección de épicas helénicas, espectadores tribalmente disfrazados de banderas, catarsis parroquianas exaltadas por la televisión). Los ultraliberales e idealistas aplaudieron la primera fenomenología. Los conservadores y nacionalistas, la segunda.


Si para la prensa europea y norteamericana la Eurocopa fue también un espectáculo de ideas en contienda, la Copa América no ha merecido hasta ahora trato tan prestigioso. Intentémoslo modestamente acá a propósito de la coyuntura externa. Para empezar deberá reconocerse que la sustitución del campeonato suramericano por la Copa América equivale al triunfo momentáneo del ámbito latinoamericano sobre el suramericano como escenario de cohesión e identidad regionales. Ahora compiten también Costa Rica y México intentando demostrar que el escenario suramericano no puede ser excluyente.


Para México éste es un avance político en tanto la opción latinoamericana vuelve a ser una necesidad luego de más de una década de inserción norteamericana (el NAFTA) y de fuerte incremento de la interacción con Estados Unidos. No en vano además el presidente Fox concurre esta semana a la Cumbre del MERCOSUR para dejar sentado el interés de su país de integrarse a esa agrupación como miembro asociado. Para enfatizar el punto, el Canciller Derbez ha planteado a la Comunidad Andina el interés mexicano de obtener el status de Observador en la CAN. Es posible que la Confederación Brasileña de Fútbol esté encantada con la participación mexicana en la Copa, pero la Cancillería de su país debe estar midiendo el impacto de la eventual inserción mexicana en el bloque suramericano que el Brasil considera como el escenario externo de su identidad nacional. Las primeras reacciones ya son decidoras: si México desea incorporarse al MERCOSUR, primero debe negociar un acuerdo de libre comercio con el bloque en su conjunto. Los acuerdos de complementación de la ALADI no bastan al respecto.


De otro lado, si el fútbol es competencia en un marco integrador, pues las recientes desavenencias entre Argentina y Brasil por la imposición de salvaguardias por el primero a los importaciones de electrodomésticos originados en el segundo, reiteran que la realidad deportiva se aplica a la política. Si el buen funcionamiento del eje brasileño-argentino es indispensable para el adecuado desempeño del MERCOSUR, los desacuerdos asentados en viejas rivalidades deberán ser resueltos si el bloque no desea ingresar a una crisis parecida a la del 2002. Brasil, que tiene un fuerte superávit en la relación comercial con su vecino se ha considerado sorprendido mientras que Argentina considera que está en pleno derecho de proteger su industria nacional frente al incremento en poco tiempo de más del 100% de las importaciones brasileñas en el sector. Como es evidente, la integración no implica armonía. Así lo volverá a demostrar, en el Perú, la vieja rivalidad futbolera entre las dos mayores potencias suramericanas.


Y en términos de poder, el predominio futbolístico de los países del Cono Sur sobre los andinos, que han ganado excepcionalmente la competencia regional sólo para confirmar la regla de la hegemonía uruguayo-argentino-brasileña, sigue siendo la ley de la vida político-económica en esta parte del mundo. En efecto, no sólo la estructura de nuestro comercio es tipo Norte-Sur (los andinos exportamos materias primas, los conosureños nos exportan bienes manufacturados) sino que la capacidad de poder de Brasil y Argentina sigue siendo reconocida como insuperable en nuestro ámbito. Por ejemplo, mientras la dupla atlántica candidatea abiertamente para obtener un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, los andinos apenas nos atenemos hasta el momento- a apoyar tal o cual candidatura.


Por lo demás, nadie podrá negar la función de gran cohesionador nacional que desempeña el fútbol en la política interna. Si los militares peruanos en el 70 y los argentinos en el 78 supieron aprovechar el éxito de las respectivas selecciones para concentrar el fervor popular, hoy en el Perú la CGTP desea aprovechar la Copa para conseguir el máximo impacto de sus reclamos... pero liberando a los ciudadanos del agobio de la protesta para que puedan concurrir a los estadios. Si la pasión futbolera debe respetarse hasta ese punto y el rol cohesivo del fútbol tiene una valía superior para aquellos países que padecen el azote de las fuerzas de fragmentación, ganar la Copa le sentaría mejor que nadie a Bolivia para mitigar las múltiples confrontaciones que están poniendo en cuestión la viabilidad del país hermano.


Y si el fútbol influye en la política de esa manera, no pocos gobernantes querrán sacar conclusiones del nuevo ciclo ganador del sistema defensivo impuesto por Grecia en la Eurocopa. Aunque las tendencias proteccionistas estén resurgiendo en algunos países (por ejemplo, con el planteamiento de revisión de los acuerdos de libre comercio sugerido por los candidatos demócrartas norteamericanos) quizás no deba exagerarse al respecto teniendo en cuenta que la Ronda Doha contemplará en alguna medida la reducción de los subsidios a la agricultura. Al respecto deberá tenerse en cuenta además que, a pesar de que vivimos etapas de integración creciente que invita a generalizar las reglas de juego, la especificidad está también de regreso. Así lo demuestran las recomendaciones de la UNCTAD y la CEPAL para aplicar políticas económicas más acordes con las particularidades de los países en desarrollo como respuesta a los modelos homogéneos de la década de los 90. Ni los técnicos de fútbol deben seguir el ejemplo de Grecia ni los políticos sacar conclusiones apresuradas de los candidatos norteamericanos.


Finalmente, si los peruanos debemos sentirnos orgullosos por convocar en tiempos difíciles a la mayoría de las selecciones latinoamericanas, también deberíamos protestar políticamente contra las federaciones que han decidido enviar a equipos repletos de suplentes a la mayor justa continental. Felizmente, en este acápite la diplomacia sí mantiene alguna distancia con la realidad de la pelota.

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