Más allá de reclamos emergentes (que deben ser aclarados) y de la complejidad de las elecciones primarias argentinas que acaban de celebrarse (éstas permiten que todos los ciudadanos participen el selección de candidatos de una agrupación política aunque no pertenezcan a ella), éstas generan expectativas de retorno a la estabilidad en la segunda potencia suramericana (y, por tanto, a un desentrampamiento del Mercosur y a una relación más armoniosa en la región).
Con vistas a las elecciones del 25 octubre, estas expectativas conciernen a la restauración del orden democrático y la estabilidad económica en la segunda potencia regional. Las primeras derivan de la necesidad de los ciudadanos argentinos de acabar la fuerte injerencia del Ejecutivo en las instituciones republicanas del Estado. Y las segundas conciernen al requerimiento de salir del estancamiento económico (un redundante y escaso crecimiento de 0.5% en este año según la CEPAL que el FMI proyectaba contractivamente en abril pasado).
De momento, al 97% de mesas escrutadas, el oficialista Frente para la Victoria que preside Daniel Scioli obtiene 38.45% de los votos, el opositor Cambiemos de Mauricio Macri 30.1% y Unidos por una Nueva Argentina (UNA) del peronista disidente Sergio Massa logra 20.64% (los demás no tienen ninguna posibilidad de triunfo aunque hayan superado la barrera de 1.5% en el conteo general).
Con estos resultados es evidente que los ganadores deberán forjar alianzas adicionales si desean triunfar en primera vuelta en octubre (45% de los votos ó 40% con una ventaja de 10 puntos porcentuales sobre el segundo). Aunque el Frente para la Victoria deberá congregar a otras organizaciones, el problema mayor al respecto es de Cambiemos (que ya es una coalición que incluye a la tradicional Unión Cívica Radical y a la Coalición Cívica de Elsa Carrió).
Sin embargo, el señor Macri (alcalde de Buenos Aires) ha declarado que, en tanto la contienda de octubre, será “entre dos candidatos y no tres”, ha descartado ya cualquier alianza con el partido del peronista disidente Sergio Massa cuando probablemente sea ese sector el que ejerza hoy el balance del poder.
Ello eleva la valla de dificultad para el candidato opositor (que, para forjar su alianza, ha debido abandonar posiciones de centro derecha para acercarse al centro). En él están colocadas las expectativas de cambio (es decir, de orden cuya versión puramente liberal ha derivado hacia un alto grado de pragmatismo: lo suyo parece ser un caso de “liberalismo con Estado y derechos sociales” antes que uno de puro mercado en el que el diálogo “con todos” será el instrumento articulador de su agenda).
En cambio, el candidato del oficialismo (apoyado personalmente por la Presidenta Kirchner luego de descartar media docena de opciones) parece tener menos complicaciones con la forja de alianzas y con el tipo de gobierno formaría si el continuismo es lo suyo. El problema es que con esta cuestionable virtud, la economía argentina no saldrá con facilidad del estancamiento en que se encuentra. Es más si el Sr. Scioli pretende liberar a los poderes públicos de la injerencia oficial tendría que compensar esa liberalidad con efectivo apoyo de masas (que reclama a cambio, como hasta hoy, subsidios cuantiosos) y de cuentas públicas respaldadas nacional e internacionalmente (que, a pesar de los avances logrados, siguen despertando dudas).
Al respecto, la CEPAL reporta una inflación insostenible de 23.9% y “tensiones cambiarias” que han llevado a una fuerte devaluación. Éstas pueden haber favorecido a las exportaciones pero no al crecimiento. No en un contexto fuertemente influido por la contracción brasileña, por la falta de solución al problema del acceso al financiamiento (extendido por la decisión de la Corte Suprema norteamericana de amparar a los hedge funds que han solicitado que no se pague a los terceros que aceptaron el recorte de sus acreencias mientras no se cancele el total de las mismas a quienes no lo aceptaron) y por la caída de los precios de los commodities (a los que habrá que sumar más devaluación proveniente del incremento de las tasa de interés norteamericanas lo que ha incrementado la fuga de capitales auspiciada por la desconfianza).
Es más, este escenario puede ser peor en tanto la CEPAL realiza proyecciones en base a información oficial. Con ellas discrepan consultoras argentinas que sostienen que la inflación es en realidad de 40%, que el dinero crece 33% por encima de la tasa de incremento del índice de precios (y, por tanto retroalimenta la inflación), que el gasto público supera los ingresos tributarios en 10 puntos porcentuales y que el control cambiario exacerba la demanda de dólares (La Nación).
Si el Sr. Scioli se da cuenta que esta situación es insostenible tendrá que alejarse de la tutoría populista de la presidenta Kirchner. En cambio el Sr. Macri sabe que sobre estos graves desbalances se tiene que actuar. Y lo hará.
Por lo demás, éste ha hecho pública su agenda de política exterior simplificada en una entrevista con Andrés Oppenheimer. Si el candidato de Cambiemos afirma que las relaciones con los socios del Mercosur deben ser recompuestas, que la convergencia con los países de la Alianza del Pacífico es una necesidad nacional, que una mejor relación con Estados Unidos, la Unión Europea y China es imprescindible y que el eje articulador de la Argentina debe dejar de ser Venezuela para procurar una nueva inserción en el mundo, es que esos problemas entorpecen en realidad la proyección externa argentina (ningún candidato serio inventaría semejante diagnóstico sin que éste correspondiera a la situación de aislamiento que algunos quisieran asimilar a la autarquía del primer Perón).
De otro lado, en el marco de la ilegitimación progresiva del régimen brasileño (que, sin embargo, desea corregir los graves problemas económicos del país, agravados por la forma cómo éste engañó a su ciudadanía en las elecciones de octubre de 2014), los candidatos argentinos querrán corregir su mala situación sin recurrir la instrumentación electoral que empleó el vecino. El Sr. Macri está convencido de ello. El Sr. Scioli lo sabe pero las viejas deudas políticas originadas en la forma cómo se extrajo a la Argentina del colapso del 2001, le impedirán avanzar rápido.
Hasta hoy este cuadro de polarización se ha gestionado con concesiones del primero. Si gana, le tocará actuar sin ceder mucho más. Si pierde, el señor Scioli debería empezar más temprano que tarde a corregir el curso. Su país y la región se lo agradecerán.
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