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  • Alejandro Deustua

Levantamiento Local e Influencia Externa

El descontento popular en Puno tiende, en estos años, a expresarse violentamente más allá de que las fuerzas del orden intenten contenerlo (como cuando la acción de la Fuerza Armada, hace meses, terminó con un estudiante muerto y la fuerza represora impugnada) o de que ésta se muestre ausente (como en el levantamiento que ha conducido al linchamiento del alcalde de Ilave).


La explicación más inmediata puede buscarse en la falta de preparación de la fuerza que depende del Ministerio del Interior o en la inoperancia de la compleja cadena de mando derivada del proceso de descentralización. La explicación es insuficiente. Finalmente, la fuerza siempre puede imponerse si no se mide el costo y el mando democrático puede ejercerse si la autoridad es suficientemente alerta.


Aunque ninguno de estos comportamientos se vieron en Ilave, su ausencia sólo explica la incapacidad estatal para establecer el orden, no la causa de la violencia poblacional. En consecuencia, la explicación puede buscarse en los factores inmediatos que estimularon el levantamiento. Pero la indignación popular frente a la imposibilidad de echar a un alcalde acusado de corrupción no explica ni los niveles de violencia colectiva practicados ni la recurrencia del fenómeno en esa región altiplánica.


Por tanto, se dirá, es necesario examinar los factores estructurales que contribuyen a un comportamiento colectivo tan bárbaro. En este punto se recordará que Puno pertenece al Trapecio Andino que congrega en el sur los mayores niveles de pobreza del país. Este factor explica mucha de la frustración puneña, pero no dice nada sobre la indisposición de las poblaciones de otros departamentos que pertenecen a la misma zona y padecen similares privaciones a emplear tamaña intensidad de violencia.

Si Puno debe ser individualizado entonces podemos recurrir también a los factores históricos y recordar la centralidad altiplánica en los movimientos indígenas prerrepublicanos y su recurso a la violencia extrema (el cerco de La Paz del siglo XVIII) sólo para ser similarmente reprimidos. Ese factor puede dormitar en el inconsciente colectivo de los puneños, pero considerarlo como la explicación de lo ocurrido parece un exceso determinista frente a otros linchamientos (como el caso Uchuraccay u otros ocurridos en la misma periferia capitalina).


Y si la conciencia histórica resulta igualmente insuficiente para encontrar la razón de la conducta irracional, entonces está a la mano el argumento étnico de una "nación aymara" en busca de afirmación. Este argumento no sólo es racista sino que otorga muy fácilmente la condición de nación endógena a un "grupo étnico" sin recordar que los "aymaras" no sólo tienden a ser mestizos que, mezclados con quechuas y criollos, no sólo habitan la zona sino que migran incrementalmente hacia la costa. Lejos de ser una "organización" tradicional, tienden también a modernizarse a través de la política y sus alianzas exógenas, el ejercicio del comercio en amplios espacios transnacionales (Perú, Bolivia, Chile), el manejo del contrabando entre Iquique (un muy capitalista y cosmopolita puerto chileno) y Juliaca (el centro comercial más activo del altiplano peruano en donde los "aymaras" tienen claro el valor de los licores "franceses", las computadoras "asiáticas" y los CDs "norteamericanos").


La reunión de este conjunto de explicaciones parciales queda, en realidad, corta si no concurre a ella el elemento contextual ­y probablemente también articulador­ de la reacción colectiva en la zona. Como lo mencionamos en octubre pasado, estos factores son los movimientos bolivianos "indigenista" de Felipe Quispe que, en articulación con el "movimiento cocalero" de Evo Morales, contribuyeron a forzar la "renuncia" del presidente electo Gonzalo Sánchez de Lozada y prometieron la coacción del gobierno de su reemplazante, el señor Mesa.

El movimiento de Quispe, catalizado por hechos parecidos al de Ilave apenas unos kilómetros más allá de la frontera, tiene una influencia por los menos inercial en Puno equivalente a la del movimiento de Morales (que, de paso, cuenta también con seguidores en algunos dirigentes de la "huelga" cocalera en curso). La emergencia de actores irracionales en Puno tiene una forma de organización incipiente influida peligrosamente desde fuera. Añada usted la intriga local y la falta de representatividad de las autoridades puneñas asentadas en partidos emergidos de la Guerra Fría (Patria Roja y Bandera Roja) y entonces tendremos una explicación más apropiada ­y preocupante­ del crimen político cometido en Ilave.

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