30 de setiembre de 2024
El Secretario General Guterres inauguró el reciente debate de la Asamblea General de la ONU con un diagnóstico alarmante: la situación del sistema es “insostenible” y el tránsito hacia la multipolaridad es un “purgatorio” en el que interactúan la impunidad, la desigualdad y la incertidumbre global.
El presidente Biden no edulcoró la gravedad del momento. Pero, esperanzadoramente, recordó que los ciclos críticos de la historia reciente se habían superado y que hoy el “centro” del sistema (es decir, la superpotencia y sus aliados) se mantiene. Su mensaje: en tiempos complejos Estados Unidos es un anclaje de seguridad.
China, convino también en que la “turbulencia” actual genera inseguridad, desarrollo desequilibrado y gobernanza ineficaz. Al respecto destacó la esperanza de que la multipolaridad y la globalización se arraiguen como tendencias de modernización, de fortalecimiento de la ONU y de apertura inclusiva. Una serie de eslóganes estratégicos siguieron.
Rusia, con una perspectiva lineal de seguridad, convino en la realidad de los desafíos sólo después de criticar a Occidente por la secuencia de crisis geopolíticas y de grandes y fracasadas propuestas fallidas (el Pacto del Futuro entre ellas) en cuya “narrativa” la Secretaría General tenía responsabilidad. Al respecto reiteró el planteamiento de la “seguridad indivisible” (si un miembro carece de ella, todos son afectados).
Sobre la crisis sistémica los suramericanos presentaron enfoques integrales y temáticos no muy convergentes. Entre los primeros destacó Colombia por ideológico y poético. En ese tono el presidente Petro denunció la desigualdad y propuso una revolución de los pueblos para superar la dicotomía entre el poder y el capital destructivo, de un lado, y la “vida”, del otro.
Igualmente ideológica fue la denuncia argentina del corporativismo que, a su juicio, se ha encaramado en las entidades multilaterales. Según el presidente Milei, éstas minimizan la libertad que da sustento a la ONU. En consecuencia, no se afiliará al Pacto del Futuro. En este rechazo, Milei se acercó a la divergencia rusa aunque por muy distintas razones.
Con verbo “excepcionalista”, Brasil se refirió a la desigualdad global como principal obstáculo a la coexistencia. En buena medida la recuperación del “universalismo” de su política exterior se asienta en la rebeldía frente a ese problema raigal y en la definición de la paz como problema de todos.
Entre los enfoques temáticos destacaron la posición peruana y chilena. En asuntos de seguridad (sin especificarlos adecuadamente) el Perú marcó su compromiso con las fuerzas de mantenimiento de la paz. En materia de desarrollo señaló las obligaciones incumplidas en los ámbitos de los ODS y del cambio climático y en el ámbito político reiteró el compromiso con el multilateralismo. Sin embargo, en asuntos democráticos apenas mencionó la ilegalidad de las elecciones venezolanas (que Chile sí enfatizó).
Si todos reconocen la crisis sistémica, un esfuerzo de matizada convergencia podría ordenar el conflicto.
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