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Alejandro Deustua

“Recesión Democrática”

17 de diciembre de 2024



En medio de los mayores cambios sistémicos y los más peligrosos conflictos armados desde el fin de la Guerra Fría la comunidad internacional registró, este año, la mayor acumulación de procesos electorales de la historia. Sin embargo, ésta resultó siendo más una insólita referencia estadística que una festiva celebración democrática.


En efecto, en 2024 ciudadanos de alrededor de 60 países representando a algo menos que el 50% de la población mundial concurrieron a las urnas para decidir quiénes y con qué orientación sería gobernados. Pero, siendo el ejercicio del voto sólo un aspecto de la práctica democrática, éste no fue capaz de cambiar el rumbo de la “recesión democrática” (Diamond) por la que transita la comunidad internacional al cabo de un largo período de pérdida de fundamentos.


De ello dan cuenta casi todas las entidades que miden el comportamiento democrático en el mundo. Al respecto, Freedom House reportó en 2024 que 2023 marcó el decimoctavo año consecutivo de declive de libertades y derechos en el mundo además de manipulación y violencia electoral, agresión autoritaria y deterioro del pluralismo que garantiza la coexistencia pacífica entre ciudadanos. En ese año 52 países sufrieron el incremento de esos indicadores negativos (afectando a un 20% de la población mundial) y apenas 21 mejoraron. Esa realidad no se ha regenerado este año.


De otro lado V-Dem indicó que, a pesar de que en el mundo hay 91 democracias y 88 autocracias (una cifra a revisar), el 78% de la población vive en autocracias mientras que las “autocracias electorales” concentran al 44% de esa población. En  ese marco,  el “nivel de democracia” por país fue, en 2023, equivalente al de 1998  mientras que en la última década casi todos los factores que definen la democracia se han deteriorado globalmente. Éste parece seguir siendo el caso.


De esta estadística se podría concluir que la “tercera ola” democrática (cuyo inicio Huntington ubica en Portugal -1974- y que se fortaleció a partir del fin de la Guerra Fría), podría haber concluido en la tercera “contraola” como ocurrió con las secuencias de las primeras dos olas democráticas  (a la “primera ola” de 1828-1922 siguió la “primera contraola” de 1922-1942); y a “segunda ola” de 1943-1962 siguió la “segunda contraola” de 1958-1975, Huntington).


Ello sugiere que la mayoría de los factores que promovieron la “tercera ola” (ilegitimidad progresiva de regímenes autoritarios, crecimiento económico, el nuevo  rol anti-autoritario de la Iglesia Católica, cambios en el comportamiento de Estados Unidos, la Comunidad Europea y  la URSS -promoción de la democracia, Disuasión y Detente entre Estados Unidos y URSS y las transformaciones de Gorbachev-)  han sido sustituidos. Hoy la evidencia indica que el autoritarismo busca formas electorales de legitimidad, el crecimiento global es lento e insuficiente, no existe disuasión eficaz  ni  Detente entre potencias mayores, el rol de Rusia ha involucionado y China sigue gobernada por un duro Partido Comunista mientras que la influencia democrática de Estados Unidos y de la Unión Europea va encontrando límites.


A ello debe agregarse, en primer lugar, el deterioro de los partidos políticos mientras sus ideologías (libertad individual, economía de mercado vs Estado redistributivo e igualdad socioeconómica) han sido reemplazadas por roles populistas y fundamentos identitarios expresados también en nacionalismos  vía “democracias iliberales” (Fukuyama).


En segundo lugar, el rol del cambio tecnológico ha evolucionado de la promoción globalizadora al patrocinio de la fragmentación (redes dominadas por monopolios e impulsoras de redes de difusión divisiva) que deterioran el rol de la democracia y de la autoridad. Y en tercer lugar, al margen de la desigualdad, la extrapolación de la economía de mercado ha inclinado la balanza entre la creación general de riqueza y participación en la economía global hacia el lado de generación de ganancias extraordinariamente concentradas que frustran expectativas colectivas (Idem).


La prueba más evidente de la letalidad de este último factor ha sido la crisis financiera de 2007-2008 que coincidió con el inicio del deterioro democrático (2006) que, en general, hoy vivimos. Las tendencias a la polarización política, extremismo y desconfianza en las democracias liberales que siguieron complementaron el “golpe reputacional” sufrido por Estados Unidos en esa esa crisis. Éste, a su vez, fue antecedido  por serias dudas sobre las reales motivaciones  de la guerra de Irak de 2003  (Diamond).


En ese marco la democracia en América Latina, que alcanzó su zénit con la Carta Democrática Interamericana de 2001 partiendo de los cambios económicos y políticos establecidos a partir de la dolorosa “década perdida”  (Fujimori sólo implementó, más tarde, los económicos), ha sufrido muy serios embates que han acabado con el consenso democrático en el área.


Así, el deterioro del apoyo nominal a la democracia cayó desde el  63%  de los entrevistados por Latinobarómetro en 2010 a 48% en 2023. Mientras tanto la debilidad de las élites se demostraba en la condena  por corrupción de 21 presidentes, en los 20 mandatarios  que no concluyeron sus gobiernos, en los que  violaron las normas de no reelección y  en un tercio que vulneraron otras normas democráticas (Latinobarómetro 2023). Esa decadencia fue acompañada por muy bajos desempeños gubernamentales.


Este deterioro de la democracia se expresa hoy en el Perú en extraordinaria pérdida de legitimidad de la autoridad (en noviembre la presidenta Boluarte alcanzó apenas 5% de aprobación y el Congreso 6% según el IEP, aunque otras fuentes reportan 3% y 5%, respectivamente).


Por lo demás, la percepción sobre el deterioro en la provisión de bienes públicos es mayúscula. Así, la encuesta CADE Ejecutivo señala que la percepción de retroceso económico en el país es de 63% (IPSOS). Y, en relación al pésimo 2023, el 90% de entrevistados por el IEP en noviembre último estima que la inseguridad interna es mayor mientras que el 82% observa que la corrupción ha aumentado. Éstos envenenados indicadores de gobernabilidad acompañan a una proliferación irracional de partidos (39 inscritos y para la elecciones de 2026 y una treintena en proceso de inscripción) mostrando la prevalencia de entidades “atrápalo todo” mientras la sociedad se descuece con un 72% de informalidad.


En un contexto internacional y nacional de “recesión democrática” es indispensable en el Perú recuperar la legitimidad de la autoridad, la gobernanza y la solvencia moral del Estado. Ello requiere de consensos básicos para gobernar, intensa formación de alianzas partidarias, una decidida y correcta aplicación de la ley y una economía de mercado que absorba efectivamente a los agentes paralelos. De lo contrario, la secuela de la anarquía “castillista” o la tentación autoritaria pueden incrementarse en esta temporada de “contraolas” democráticas. 

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