31 de diciembre de 2024
Con una economía global vulnerable pero estabilizada en promedios de la última década, conflictos bélicos mayores admitiendo sólo posibilidades de negociación y libertades atenuadas en democracias que realizan elecciones no siempre transparentes, la silueta del 2025 no confirma aún la tendencia a mejorar las condiciones generales del 2024.
Sin embargo, si el año termina con un estimación de crecimiento global de 3.2% y de 3.3% en 2025 (vs 3.4% en el período 2013-2019) (OCDE), las percepciones de cierta estabilidad se imponen sobre otras menos entusiastas.
Los mercados bursátiles occidentales lideran el optimismo con récords en Estados Unidos, mientras el comercio crece consistentemente (3.3%) y la inflación todavía retrocede. Y si China se desacelera (a pesar de la exportación de superávits) y su demanda interna no despega aún, las economías emergentes asiáticas lideran el empuje del crecimiento. En ese trance las latinoamericanas quedan entrampadas en bajísimas cotas (Suramérica en 2.1% en 2024 y 2.6% en 2025, CEPAL).
De otro lado, el desgaste en la guerra ruso-ucraniana, cuyo peligroso escalamiento ha cobrado dimensión global, adelanta exploraciones de diálogo. La confrontación, sin embargo, no se resolverá con un simple alto al fuego y la solución última quizás no será definitiva. En Occidente la latencia del conflicto es confirmada por las autoridades de la OTAN que pretenden contribuciones de aliados de 5% del PBI (desde la meta anterior de 2%).
En el Medio Oriente el espeluznante escenario en Gaza ha sido el costo de minimizar las capacidades de Hamás y de Hezbollah con la que se logró un alto al fuego por un par de meses. Pero si alguna semblanza de nuevo orden en el área se impone luego del debilitamiento iraní y el colapso sirio, Estados árabes deberán participar con los ganadores principales (Israel y Turquía) y el acompañamiento norteamericano.
En ese entorno, el presidente electo Trump adelanta su gestión blandiendo el gran garrote del proteccionismo y del expansionismo. Sus pretensiones neo-hegemónicas han generado fuerte incertidumbre en el mundo, restado mérito a las proyecciones de crecimiento y alarmado a los latinoamericanos con amenazas de expulsiones masivas de migrantes, aranceles punitivos en zonas de libre comercio y reconquista del Canal de Panamá cuya soberanía y neutralidad ha sido pactada con apoyo latinoamericano.
Y en Europa, un eventual menor compromiso norteamericano y la emergencia nacionalista alimentan la contienda “antieuropea” en el corazón de Occidente entre renovados continentalistas (proclives a una rápida negociación con Rusia) y atlanticistas (que favorecen un eventual trato desde una posición de fuerza). Allí, como si tratara de Alaska, Trump pretende la imposible propiedad de Groenlandia.
Así el titular de “America First” está deviniendo en un gran desestabilizador. Y si en América Latina desea restringir la penetración china, se despreocupa, hasta hoy, de problemas como la eventual consolidación del dictador Maduro el próximo 10 de enero.
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