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  • Alejandro Deustua

Un Plan de Gobierno Atrofiado y un Gabinete Incapaz

27 de agosto de 2021


El Primer Ministro Guido Bellido ha llevado al Congreso un gabinete integrado por al menos cuatro ministros investigados por delitos (desde apología del terrorismo hasta corrupción organizada que lo incluyen a él mismo) y a otros sin experiencia técnica ni calidad profesional suficiente que los inhabilita para el cargo.


En ese marco ha presentado un plan de gobierno extenso y tan lleno de planteamientos vagos como carente de instrumentos operativos en casi todos los ámbitos. El plan es abundante también en omisiones y en contradicciones con el discurso presidencial y con su propio programa electoral. Y sin embargo, recibió la confianza parlamentaria.


Tal es la decadencia a que ha llegado el Congreso, los agentes de gobierno y la Jefatura del Estado. Como es evidente, esta situación afecta gravemente nuestra institucionalidad política y, por tanto, a la capacidad de proyección y realización de intereses nacionales, el status y la imagen del Estado.


Estos hechos contundentes no son atenuados por la exclusión, en este momento, del principal objetivo del partido de gobierno –la organización de una Asamblea Constituyente con pretensiones de “refundación nacional” bajo ideología marxista- ni por la exhibición por el Primer Ministro de una apariencia amable que contrastó con su cotidiana agresividad y falta de modales (de los que, sin embargo, insistió en dejar muestra a la manera de su paisano ex guerrillero y ex congresista Hugo Blanco, chacchando coca en el hemiciclo luego de jurar que lucharía contra el narcotráfico).


Pero al margen de esta pequeña anécdota (que es todo un acontecimiento para el agente que la genera), el Primer Ministro fue incapaz de presentar políticas consistentes incluyendo las dos obvias prioridades nacionales inmediatas: la confrontación de la pandemia y la reactivación económica.


En relación al primer objetivo el Premier no pudo siquiera presentar un escenario de vacunación para plazos mayores a setiembre. Y ni así pudo abandonar su megalomanía: hacia ese mes su expectativa es lograr la vacunación del 50% de la población (meta bien poco creíble si hoy el porcentaje de vacunados hoy es de 26% -JHU-).


Tal es la ineptitud que reina en el sector que juega con la sobrevivencia ciudadana sabiendo que carece de aprovisionamiento adecuado a pesar del exitismo mostrado por los ministerios de Salud, Economía Relaciones Exteriores (que no compraron suficiente vacunas puestas en sitio sino que “salvaron vidas” hasta el 28 de julio según su más alto representante).


El problema es aún mayor si se considera que el Primer Ministro refirió un “plan integral” para afrontar el desafío en este rubro que mezcla esfuerzo de corto plazo (ampliación de jornadas de vacunación sin stock suficiente, mejorar las comunicaciones, etc.) con adquisición de instrumentos médicos básicos (rebelando incapacidad burocrática y de acceso normal al aprovisionamiento) hasta adquisición de plantas de oxígenos (que se consideraban logradas) y construcción de hospitales (mediano y largo plazo).


De otro lado, el segundo objetivo (la reactivación económica) se ha concentrado en el asistencialismo (distribución de bonos), programas sociales, pequeños proyectos de infraestructura, activación de empresas públicas (un Banco de la Nación reconvertido) con predominante referencia a la inversión pública.


Como se sabe, cualquier programa de reactivación requiere fuerte intervención del Estado pero través de políticas monetarias y fiscales muy expansivas a las que no han se ha mencionado en esta ocasión ni sus límites fueron expuestos.


Como tampoco ocurrió con la inversión privada (cuyo rol pareciera inexistente) y, en menor grado, con el comercio exterior.


La inversión privada (19% del PBI) casi no fue referida en este acápite (como tampoco su muy necesaria promoción nacional y extranjera). Y el comercio exterior (que representa el 21% del PBI) habría corrido igual suerte de no haberse hecho énfasis en la necesidad de una mayor actividad de pymes en el sector.


En lugar de ello, se ha destacado apenas la “rentabilidad social” de la inversión cuyo concepto no ha sido explicado. Y, en relación a la inversión minera, se adelantó un esfuerzo en la solución de conflicto sociales vinculados, la atenuación de procesos burocráticos y un eventual aumento de carga tributaria a las sobreganancias –aunque ningún esfuerzo compensatorio en épocas de caída de ventas externas-.


A cambio, se privilegió el sector agropecuario en el marco de una “segunda reforma agraria” (otra medida de largo plazo si funciona) que se concentraría en la modernización de la misma mediante la formación de cooperativas (una experiencia ya fracasada), prestación de servicios para industrializar el sector y mejora del financiamiento y de la infraestructura.


Y mientras el sector industrial brilló por su ausencia en el mensaje cuando se “busca” industrializar al país, se anunciaron esfuerzos para rebatir la informalidad (que ya llega a 75% de la PEA) como otro emprendimiento cuyas dificultades estructurales y de largo plazo tampoco fueron explicadas.


Omisiones semejantes caracterizaron los rubros de conectividad e infraestructura cuyos objetivos de ampliación y mejora se presentaron con total ausencia de plazos y fuentes de financiamiento.


Y, teniendo en cuenta que el sector Relaciones Exteriores es la última rueda del coche en estos mensajes, la atención del Sr. Bellido al respecto fue aún más deficitaria. Apenas tres errados puntos merecieron su esforzada lectura: la supuesta diplomacia social se desarrollará impulsando la integración fronteriza (lo cual empequeñece los contenidos de ese supuesto instrumento y empobrece las necesidades de vitalidad de nuestras fronteras); se promoverá la integración regional sin distinciones ideológicas (olvidando que nuestros esquemas regionales tiene décadas sin lograr resultados aceptables y que los acuerdos suscritos tiene cláusulas democráticas que, de aplicarse, tienden a excluir a los países autoritarios y totalitarios mientras estos postulan un tipo de comercio incompatible con la integración comercial); y se mejorará la imagen del país (ensuciada por la ideología y la práctica del propio partido de gobierno tan afable con Sendero Luminoso y el narcotráfico). Para el Primer Ministro a esto se reduce la complejidad de escenarios del mundo contemporáneo mientras al nuevo y solícito canciller ello no pareció importarle.


Tal precariedad conceptual y perceptiva contaminó también el acápite de orden interno (referencias sin compromiso para el incremento de capacidad de la Fuerza Armada y Fuerzas Policiales frente a la altísima percepción de inseguridad ciudadana -82%-), de ronderos en el campo y de Juntas vecinales en las ciudades.


Por lo demás, frente a las vinculaciones con organizaciones terroristas imputadas a agentes del partido de gobierno, era razonable esperar un contundente deslinde en relación a esas mortales empresas. Pero para el terrorismo y el narcotráfico hubo sólo poesía beligerante y minimalista: “lucha frontal” contra el primero y “presencia del Estado” para el segundo.


Como resumen y demostración de incapacidad política y estratégica del gobierno y del gabinete que ha merecido la confianza parlamentaria esto basta y sobra. Especialmente luego de escucharlo por casi tres horas.


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